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Opinión

Parar todos los horrores

El foco ·

La única manera viable de lograr la paz es reconocer que tanto el pueblo israelí como el palestino son iguales en derechos y dignidad, y que han de coexistir en reconocimiento mutuo

Josep Borrell

Alto representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad

Domingo, 6 de octubre 2024, 00:08

Hace un año, el 7 de octubre de 2023, el mundo fue sacudido por una tragedia que aún hoy resuena. Ese día, las personas que vivían en los kibutzim que rodeaban Gaza y los jóvenes que celebraban la vida en un festival de música cercano de pronto se vieron sumergidos en una pesadilla desencadenada por Hamás, que ahogó su alegría en violencia y muerte. Ese día dejó 1.200 personas asesinadas y más de 240 tomadas como rehenes. Un acto de terrorismo que hemos rechazado y condenado en los términos más enérgicos, al igual que el lanzamiento de misiles por Hezbolá e Irán sobre Israel.

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Para los rehenes y sus familias, la pesadilla continúa. Durante la Asamblea General de la ONU me reuní con familiares de rehenes en Nueva York. Conocí a un hombre cuyos dos hermanos fueron sacados del kibutz Kfar Azza. Vive en la incertidumbre, sin saber si siguen vivos. Y hablé con una madre que ya había recibido la noticia más dolorosa: su hijo fue asesinado en cautiverio. Para todas las familias de los rehenes, el 7 de octubre es el aniversario de un horror que no cesa.

Pero al mismo tiempo, y desgraciadamente, el 7 de octubre también marcó el comienzo de otro horror para el pueblo de Gaza. Marca el comienzo de una guerra en la que no se ha respetado el Derecho Internacional Humanitario, con más de 40.000 palestinos muertos, la gran mayoría civiles, muchos de ellos niños, y casi dos millones de personas desplazadas. 250 trabajadores de las Naciones Unidas han perdido la vida en acto se servicio. La práctica mayoría de la población está desnutrida, afectando especialmente a los niños menores de cinco años, que se ven afectados además por infecciones virales y bacterias como resultado de la falta de agua potable y destrucción de los inodoros. Muchos sufren diarreas constantes y la ausencia de vacunación ha supuesto el regreso de la polio. Se ha reducido a escombros todo lo que hace funcionar una sociedad: hospitales y escuelas. No podemos reducir esta tragedia a estadísticas que nos hacen indiferentes.

Hace unas semanas estuve en Egipto, en el paso fronterizo de Rafah. Podía escuchar las explosiones al otro lado. En un hospital infantil que visité, cofinanciado por la UE, vi a niños y adolescentes que habían perdido piernas o brazos. Conocí a madres aterrorizadas ante la idea de regresar a un lugar donde la vida humana ya casi no es posible. Y comprobé como las autoridades israelíes dificultan constantemente la entrada de la ayuda humanitaria a la Franja. Esta tragedia tiene que parar. Un horror no puede justificar otro.

La UE ha estado trabajando para ayudar a rescatar a los rehenes israelíes y aliviar el sufrimiento de la población civil de Gaza. Reclamamos un alto el fuego que ponga fin a la muerte de civiles, y que consideramos también esencial para la liberación de los israelíes secuestrados. Sin embargo, parece cada vez menos probable que se firme un alto el fuego; en gran parte porque quienes están librando la guerra tienen poco interés en detenerla. En cambio, estamos viendo la expansión de la violencia en Cisjordania, y de la guerra en el Líbano.

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Hoy, un año después del 7 de octubre, vemos continuar el ciclo de violencia que nos ha llevado de funeral en funeral, de una generación a la siguiente. La confianza entre las partes en conflicto se ha hecho añicos. Vemos cómo las voces de los extremistas se hacen más fuertes, y cómo muchos en Medio Oriente están atrapados en una lógica que busca golpes militares demoledores pero que al mismo tiempo carecen de una estrategia política para lo que venga después.

Como defensores de los Derechos Humanos y amigos de Israel y su pueblo, queremos que los horrores del 7 de octubre nunca se repitan. Pero la verdadera amistad también requiere que señalemos que la única manera viable de lograrlo es reconocer que tanto el pueblo israelí como el palestino son iguales en derechos y dignidad, y que han de coexistir pacíficamente en reconocimiento mutuo. Por tanto, Palestina tiene derecho a la autodeterminación y a la condición de Estado. La paz es la única garantía verdadera de seguridad.

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Necesitamos hacer frente a los extremistas, en ambos lados. No debemos permitir que dominen el debate con incitaciones a la violencia y discursos de odio. En lugar de ello, deberíamos amplificar la voz de muchos moderados que buscan el diálogo entre palestinos e israelíes, como Nasser Al-Kidwa, ex ministro de Relaciones Exteriores de la Autoridad Palestina, y el ex primer ministro israelí Ehud Olmert, quienes recientemente lanzaron su propia propuesta de paz.

También necesitamos fortalecer a todos aquellos en Medio Oriente que abogan por la paz. Como dijo mi amigo el ministro de Asuntos Exteriores jordano, Ayman Safadi, hace poco en las Naciones Unidas, 57 países árabes y musulmanes están dispuestos a garantizar la seguridad de Israel si termina la ocupación de los territorios palestinos y se establece un Estado palestino dentro de sus fronteras internacionalmente reconocidas. Nadie debería descartar esta oferta.

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No hay golpe más decisivo que Israel pueda asestar a quienes buscan su desaparición que dialogar con quienes reconocen su derecho a existir y están dispuestos a garantizar su seguridad. Algunos de ellos lo han hecho durante varias décadas, entre ellos Jordania y Egipto. Estos acuerdos de paz deberían servir como modelo para la paz con otros estados de la región, incluido un estado palestino

Un año después del ataque terrorista de Hamás que ha sumido la región en la peor espiral de violencia en décadas, la paz parece un sueño lejano. Ambas sociedades están profundamente traumatizadas. El resentimiento, la polarización y la deshumanización han alcanzado niveles alarmantes. Como dijo Hanna Arendt, «la muerte de la empatía humana es la primera señal del descenso a la barbarie».

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Sin embargo, aquí es precisamente donde debe comenzar la construcción de la paz, de un nuevo Oriente Medio, donde los horrores que empezaron el 7 de octubre se vuelvan tan inimaginables como lo son hoy las guerras entre europeos.

Nota aclaratoria

La imagen que ilustraba este artículo firmado por Josep Borrell había sido seleccionada por este medio. El Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad no era conocedor del contenido de la ilustración, ni tampoco ningún miembro de su equipo, contrario a la utilización de este tipo de imágenes.

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