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Espero morir asfixiada por las páginas de un autor de prestigio: qué vergüenza si, a la mañana siguiente, encuentran mi cara desencajada bajo un bestseller de aeropuerto, que las señoras con ínfulas culturales tenemos aún más prejuicios que los críticos literarios».
Esta frase pertenece a ... la columna de ayer de mi compañera Rosa Palo, que escribía en este mismo espacio de manera brillante, quizá sin saberlo, sobre la insuficiencia pretenciosa de los cánones culturales. Yo, que por no ser señora ni ínfulas tengo, no dejo de asombrarme ante los giros de guion de un mundillo cuya incoherencia es antológica. La fabulosa poeta Anne Carson gana el Princesa de Asturias de las Letras, y una legión de culturetas postizos corre a googlear su nombre y a compartir el primer poema que les ofrece el botón de «voy a tener suerte». A la vez, ante la muerte del escritor superventas Carlos Ruiz Zafón, a esos mismos guardianes del buen gusto de Hacendado les falta tiempo para dejar bien claro que, para ellos, ni una sola de las quinientas páginas de 'La sombra del viento' es literatura. Ya. Sé quién dices, pero no ha venido.
El aburrimiento es antológico. Quien nunca ha tenido un ejemplar del Quijote entre las manos se dedica a vandalizar estatuas de Miguel de Cervantes; el personaje del profesor Severus Snape, el más interesante de todos los que protagonizan la saga infantil más popular de la historia, es vapuleado en Twitter por «hacer bullying a sus alumnos»; y, mientras, un ejército de fans defiende que el plagio sistemático a poetas en las letras de un rockero trasnochado es intertextualidad. Qué quieren que les diga: si tengo que elegir, prefiero que me aplaste el sexto de Harry Potter.
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