No sé si será un efecto secundario de esta época de confinamiento vírico y viral, pero últimamente las noticias sobre inteligencias artificiales, bots y otros dispositivos capaces de hacerse pasar por humanos en Internet se agolpan en los medios de todo el globo. Hace cosa ... de una semana, un diario británico publicó una columna de opinión escrita íntegramente por GPT-3, un robot que defendía —con argumentos muy elaborados y citas más que pertinentes— que los seres humanos no deberíamos temer a los avances en materia de inteligencia artificial. Pocos días más tarde, leíamos que la opinión pública española fue manipulada durante la pandemia por un ejército de setecientos mil bots que hacían de las suyas en Facebook. Quién sabe: puede que parte de esos bots sean los mismos que forman la ingente cifra de seguidores en redes de Rafael Cabaliere, un supuesto —supuesto en todos los sentidos— poeta venezolano del que no se sabe apenas nada y que acaba de ser galardonado con el premio 'Espasa es Poesía'.

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Que una editorial con el peso específico de Espasa tenga que desmentir públicamente que el autor al que han premiado sea un robot dice mucho del mundo en el que vivimos; pero dice aún más del mal concepto que tenemos de la inteligencia artificial. Para muestra, un botón: «Hay que aprender a cuidar / a la gente que nos hace bien, / la que esperaría todos los trenes / con tal de volvernos a ver, / la que nos acompaña / en los días grises / y en los bonitos también.» No nos equivoquemos: esto GPT-3 no te lo firma. Debe ser porque, como Chenoa, yo también soy humana; pero me lo imagino, al pobre, con todos los chips sonrojados por la mera posibilidad de que se le atribuya semejante bobada.

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