Las diez noticias imprescindibles de Burgos este lunes 20 de enero
Un huevo roto. Archivo

Huevos rotos

A la última ·

Nosotros y nuestros huevos o nuestra cabezonería. Varones testarudos salvados por nuestras mujeres desde que nacemos

Visitando Vitoria con mi mujer el 14 de agosto. Acaban de terminar las fiestas de la Virgen Blanca. Entramos en la tienda de El Correo y compramos un ejemplar de la edición de Álava. En portada, la noticia de que algunos actos de vandalismo festivo han estropeado varias rampas mecánicas del casco antiguo. Damos un paseo y, efectivamente, nos encontramos con una rampa averiada y con un matrimonio que discute. La mujer propone seguir calle adelante, deambulando por zona llana. El marido, tras maldecir la avería de la rampa, se empeña en subir las escaleras.

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«¡Qué cabezón eres! Con lo mal que te sientan los esfuerzos», avisa la esposa. El varón dirige contra ella la irritación provocada por los vándalos: «Déjame tranquilo. Subo las escaleras porque me sale de los huevos». Ella no se inmuta y asciende deprisa, con agilidad. Él sufre, pero sube. Al llegar arriba, se detiene agotado, se ahoga, resopla agitado. Ella no lo regaña, pero resume en una frase el histórico orgullo testicular del macho: «Tú y tus huevos». Nosotros y nuestros huevos o nuestra cabezonería. Varones testarudos salvados por nuestras mujeres desde que nacemos. La madre protectora, la pareja que nos reconviene para sortear el peligro, la emboscada, evitando que usemos los huevos como cerebro.

Regresamos a Vitoria. Diez de la noche. Un restaurante cerca del Museo del Naipe. Otro matrimonio. Ella cenará ensalada y yogur de Etxarri; él pide huevos rotos, solomillo y leche frita. «¡Manolo!», avisa ella. «Por favor, Mari, deja de controlarme, ¡yo ceno lo que me sale de los huevos», replica el machote Pantagruel. La mujer suspira y se resigna: «Menuda noche me espera por culpa de tus huevos… rotos».

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