Mi geisha tiene gafas

Hace años, Hillary Clinton tuvo un problema en los ojos, y en lugar de usar lentillas, apareció con unas gafas que le dejaban los ojos como olivas de cuquillo. A Soraya Sáenz de Santamaría le pasó lo mismo y parecía la Vilma Dinckley de Scooby Doo porque encima se puso unas gafas más grandes que ella. A mí los japoneses no me pillan. Antes voy cegata como Marilyn Monroe en 'Cómo casarse con un millonario' que ponerme las mías en público. Dioptrías tengo pero narices, no. Aunque también les parece mal que te pongas las de presbicia encima de las lentillas.

Esta discriminación sexual (a los hombres les dejan ver bien) es intolerable. Pero también es como una lapidación con palomitas. Por ridícula. Ahora bien, entiendo al dueño del restaurante que no quiere que su empleada con kimono vaya con gafas. Si hubiera un 'No me pises que llevo chanclas' japonés ('No me pises que llevo geta', como se llaman esos artefactos de madera para los pies) harían una canción como la de 'Mi torero tiene gafas'. Hay cosas que no tienen que ver con el sexismo.