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Falta de civismo perruno

Falta de civismo perruno

Tener perro no tendría porqué estar reñido con el civismo, pero desafortunadamente, en algunos casos aislados, sigue generando un grave problema de suciedad en las calles de Burgos.

Sara González

Viernes, 12 de marzo 2021, 08:46

Disfrutar de los paseos o simplemente de los desplazamientos de casa al trabajo se hace complicado cuando diariamente los trayectos se producen por campos de minas. Y es que algunas calles de Burgos parecen estar en guerra con proyectiles perrunos sembrados por doquier. Me ... refiero a ciertas vías de la zona de la Universidad, que seguramente no serán las únicas de la ciudad, en las que por lo visto algunos dueños (y/o dueñas) de sus mascotas carecen de una falta absoluta de civismo. Como ya se habrán imaginado, hablo de las cacas de perro.

En las últimas décadas, los dueños de estas mascotas se han multiplicado y también se ha visto incrementada la creación de una conciencia de limpieza de las calles. Raras son las ocasiones en las que podemos ver a estos animalitos haciendo sus necesidades sin que acto seguido aparezca su mejor amigo a recoger las deposiciones en las correspondientes bolsas de plástico. Una práctica que toda la ciudadanía agradece y que no cuesta tanto. O puede que sí. Porque, aunque son los menos, existen muchas personas que se creen que pueden sacar a sus mascotas a poblar la ciudad de mierda, disculpad la expresión.

Concretamente me refiero a dos calles, una de ellas es la aledaña a la Escuela de arte y Superior de Diseño de Burgos, una calle peatonal con soportales, paralela a la calle Hornillos y que da entrada a varios negocios como una peluquería y una academia en la que suelen aparecer las muestras de los paseos perrunos. La otra calle, con una situación más grave aún, (podríamos decir que parece un pipicán), es la paralela a la calle Sahagún, también peatonal y con entrada desde la calle Portomarín. Esta vía, poco transitada, esta hecha una auténtica pena, y en ella se acumulan decenas de excrementos. Parece ser que es el inodoro al aire libre de al menos un animal cuyo dueño podría ser calificado con el mismo sustantivo.

Probablemente, la repugnante situación de estas calles no se deba a la acción de más que uno o unos pocos, pero por culpa de estos, tenemos que pasear con mil ojos o llegar a casa con un desagradable regalito en la suela del zapato. Esperemos que estas personas se den por aludidas y que comiencen a recoger los excrementos, o que de alguna manera, reciban un escarmiento en forma de denuncia que les incite a cambiar su forma de actuar.

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