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No sé cuál era la intención del mejor titular de los últimos meses. Quizá epatar. El artículo no tenía nada de paradójico, ni intención literaria alguna. El titular de 'Heraldo de Aragón': «Denuncian que la negativa a tramitar una eutanasia en Zaragoza acaba con una ... mujer muerta». Sapristi. Qué maravilla. A ver, como una señora (la mujer muerta) había solicitado la eutanasia y nadie tramitó su petición decidió suicidarse y acabar con los dolores insoportables. La situación, además, de trágica es absurda, pero no parece muy descabellado denunciar al Estado por estafa. O el tipo penal que se pueda aplicar a un caso así. O incluso tirar por lo contencioso administrativo. Pero hablando en plata es una estafa. Aprueban una ley y no puedes hacer uso de ella. Para suicidarme no necesito ley que me lo consienta. Sólo si no me puedo valer para ello.
Hay ahora un juicio contra una vidente que estafó a una mujer. La defensa y la fiscal dicen que no hay estafa, que la mujer entregó 31.000 euros para un ritual. Ah, vale. La vidente le había dicho que tenía mal de ojo y le anunció su inminente muerte. Y la de sus perros. Le sacaron el dinero para una supuesta cura que incluía a un tal padre Giorgio que venía del Vaticano para evitar la muerte.
De vez en cuando también sale por ahí algún estafador del amor. Tiparracos que enamoriscan a mujeres y les sacan los cuartos. El amor ya es una estafa, pero que te cueste dinero... Con todo, el mayor estafador es el Estado, no un tipo de estos o la vidente Pepita. La ley de eutanasia es como la lotería. Es decir, pensamiento mágico fomentado por el Estado. Que a veces toca, vale, pero lo normal es que no. Por lo menos con la eutanasia no gana dinero.
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