La encrucijada ambiental
«El año 2022 ha de ser un momento de cambio comprometido, con acciones concretas que se plasmen en realidades»
Miguel Ángel Pinto
Miércoles, 5 de enero 2022, 07:52
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Miguel Ángel Pinto
Miércoles, 5 de enero 2022, 07:52
Durante 2021, hemos demostrado que somos capaces de cambiar muchas cosas, o al menos, de adaptarnos extraordinariamente a nuevas situaciones. En este caso, la covid-19 nos ha obligado a cambiar algunas cuestiones que parecían imposibles, y también nos ha ayudado a visualizar un mundo ... diferente. Sobre todo, nos ha proporcionado pistas de que hay posibilidades reales para mejorar las condiciones ambientales de nuestro hogar.
Precisamente, ante este nuevo panorama, la Fundación Caja de Burgos considera importante convertir los Objetivos de Desarrollo Sostenible en una prioridad para crear valor para la sociedad y ayudar a mejorar la salud del planeta y la vida de las personas. En concreto, en materia ambiental se presentan numerosos retos para los próximos años, si queremos conseguir un terreno firme sobre el que construir un futuro sostenible para todas las especies del entorno en el que vivimos.
En Fundación Caja de Burgos somos conscientes de estos desafíos, de la responsabilidad que tenemos como organización y del impacto de nuestras acciones. Por ello, para poder responder a las demandas de la sociedad, encargamos un estudio a la Universidad Autónoma de Madrid para identificar líneas de actuación en este sentido. Entre otras cosas, este estudio pone de manifiesto la necesidad de abrazar enfoques económicos alternativos, como el de la economía circular. Y también pone de relieve la insostenibilidad de nuestra forma de vida actual, que consume recursos por encima de la tasa de renovación o restitución de los mismos o agota aquellos que no son renovables.
Otra pauta importante para todos los sectores sociales es ganar en eficiencia en el uso de los recursos y en este sentido destaca la necesidad de una creciente digitalización en los procesos como garantía de trazabilidad en la realización de las acciones y garantizar futuras correcciones que mejoren aún más la manera de actuar. Pero estos cambios no serán posibles si el medio natural no está sano, pues es el soporte que mantiene a todas las especies. Y la situación actual no es preciosamente el mejor punto de partida: antes hemos de poner la casa en orden para avanzar.
Un buen indicador para poner en evidencia la situación de insostenibilidad bajo la cual están actualmente inmersas nuestras sociedades es la conocida «huella ecológica». Por poner un ejemplo cercano, en nuestro país la huella ecológica se ha duplicado en apenas 50 años. Esto significa que la la capacidad de nuestros ecosistemas de regenerarse está comprometida y también nuestra calidad de vida.
Por esta razón, hemos de preocuparnos del buen funcionamiento de los ecosistemas y potenciar su biodiversidad empleando los medios que están a nuestro alcance: la restauración y la reconciliación ambiental. En el primer caso, la recuperación de ambientes perdidos o alterados, como los bosques y los humedales, no sólo ayudará a mitigar el cambio climático por sus grandes capacidades de fijación de carbono; también facilitará la vuelta de una biodiversidad desaparecida.
En el segundo caso, siguiendo criterios de Ecología de la Reconciliación (que significa modificar y diversificar ambientes humanizados para que puedan albergar especies silvestres). Según la definición de Rosenzweig (2003), estamos ante la ciencia de inventar, establecer y mantener nuevos hábitats para conservar una diversidad de especies en los sitios en donde la gente vive, trabaja o se divierte.
La idea es simple, pero requiere, en primer lugar, una sensibilización ambiental muy alta para admitir a otras especies en nuestros espacios. Y, en segundo lugar, conocimientos sobre la forma de vida de la vida silvestre para poder idear fórmulas que realmente funcionen. Ambas cuestiones -sensibilización y conocimiento- han de avanzar de la mano para poder llevar a cabo de manera práctica el cambio propuesto.
Esto significa que debemos tener la sabiduría de incorporar a nuestras ciudades a todos los seres silvestres y no de negarlos, y para ello la Fundación Caja de Burgos despliega diferentes acciones a través de sus Aulas de Medio Ambiente.
El año 2022 ha de ser un momento de cambio comprometido, con acciones concretas que se plasmen en realidades. Admitir que somos una especie más en la Tierra es el primer paso para garantizar la supervivencia futura de la vida y con ella, de nuestra sociedad.
Participar en actividades de voluntariado ambiental, visitar a talleres formativos y conferencias, buscar información y preguntar a especialistas, animar a niñas y niños a iniciarse en el cuidado del medio ambiente... En resumidas cuentas, participar en algunas de estas propuestas que desde hace diecisiete años se lanzan desde la Fundación Caja de Burgos es una forma de empezar a realizar acciones concretas para cambios concretos en nuestros entornos cercanos. En 2022 seguiremos en este empeño y cualquier persona que se anime a se parte de este cambio, siempre será bienvenida.
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