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En España no nos odiamos. El PP llama a superar la idea «perversa» de las dos Españas. ¿Dos? No sé si miran poco o ven menos. No es que haya una tercera sensata a lo Chaves Nogales (qué hartura), hay tantas como géneros inventados. No ... es sólo la España invertebrada de Ortega. Es más viejo. Es la España del XVII. La que Luis Rosales le señaló a Juan Pedro Quiñonero, la que enfrentaba a Cervantes y Quevedo en un imperio en vías de desmembración. En 'De la inexistencia de España' (ED Libros), Quiñonero también recuerda a Ramón Gaya: «Los españoles están divididos desde siempre y antes, mucho antes de llegar a lo político. Lo político no es más que un pretexto para su división feroz, abstracta, desalmada…». Oiga, mire, en EE UU también pasa, no somos nada originales. Vale, España no es diferente.
Era más fácil y más entendible lo del Gobierno Frankenstein que acuñó Rubalcaba. Pero el monstruo de cabeza cuadrada no es más que uno, grande y poco libre. Lo de España es mucha gente. Es más como 'Babylon 5', la serie de ciencia ficción de Straczynski. Una estación espacial donde las diferentes especies extraterrestres se ponían de acuerdo. Nuestro Congreso, vaya. Y allí los humanos, los mimbari, los vorlon, los narn y los centauris. Además, un montón de bichos raros que dan color a las reuniones. Aunque todo es más sensato entre monstruos extraterrestres.
Y como si no tuviéramos bastante con nosotros mismos, una sociedad multigilipollas, nos llegan pianistas como brigadistas para acabar con el fascismo. En España no nos odiamos, nos despreciamos, que es algo mucho peor. «Menos escandaloso, más destructivo», dice Zadie Smith. Más común, menos letal. Los extranjeros aprenden pronto.
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