Muy deficiente

Cuando yo iba al cole, justo antes de que triunfaran los eufemismos educativos, uno podía sacar un «muy deficiente» y quedarse tan ancho. Era aquella una nota tremebunda, brutal, de resonancias bíblicas. En comparación, un «insuficiente» resultaba una calificación sutil, un mero accidente biográfico que ... con un poco de labia podía justificarse en casa por la manía del profesor o porque vaya mala suerte, justo cayó la pregunta que no me sabía. Cuando los pedagogos descubrieron que los niños eran seres sintientes, eliminaron el «muy deficiente» de los boletines, sin darse cuenta de que una nota semejante lo convertía a uno en el rey del patio y en una figura casi mitológica a la que se miraba con admiración y reverencia, incluso con temor. Luego agruparon todas las notas negativas en un piadoso «necesita mejorar» que era igual que un suspenso pero sonaba a incidente administrativo sin épica alguna. Había que sacar muchos «necesita mejorar» para alcanzar el prestigio aplastante de un solo «muy deficiente», aunque fuese en Trabajos Manuales.