En su libro, Carol Pateman denuncia el contrato sexual primigenio «suscrito» por la hermandad de los hombres mediante el cual cada uno de ellos tiene asegurado, de una manera o de otra, el acceso al cuerpo de las mujeres. Se trata de un reparto ... tal cual: las mujeres propias de cada uno, que el resto tiene que respetar, y un pool de mujeres de libre acceso. Mediante este pacto se suavizan las aristas producidas por las desigualdades de clase, raza, religión etc. compartiendo un privilegio común a todos ellos: la pertenencia al sexo dominante y el acceso al pool de mujeres comunes.
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Este contrato continúa vigente y, desde mi punto de vista, goza de muy buena salud. Muy pocos hombres reconocen su existencia y cuenta con la complicidad, consciente o no, de demasiadas mujeres.
Sí, hoy voy a hablar de la prostitución: ese sistema encargado de gestionar el derecho a acceder al cuerpo de las mujeres que todo hombre tiene, ese sistema encargado de asegurar un pool permanente de mujeres asequibles a todos los bolsillos, adaptadas a todos los gustos y para satisfacer todos los deseos masculinos. ¿Que de dónde sacan ese pool? Muy sencillo: de la pobreza, de la vulnerabilidad, de la necesidad de supervivencia, de la guerra, de la trata. ¿Que hay unas pocas mujeres que ingresan en ese pool «libremente»? ¡Mucho mejor, menos problemas! El caso es que haya para todos y que el beneficio económico de la gestión sea el máximo posible. Ya se sabe que Fatriarcado y Capital van de la mano.
La prostitución es la forma de violencia contra las mujeres más antigua que conocemos. El patriarcado la define cínicamente como «el oficio más viejo del mundo». Conozco hombres de izquierda que defienden su regulación en base a que algunas mujeres lo «eligen libremente»; eso les tranquiliza la conciencia, pero se sonrojan cuando se les pone delante el espejo del esclavismo. ¿Cómo van a justificar el sistema esclavista por el hecho de que alguien diga que quiere ser esclavo?
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Ángeles Ruiz Bueno
También dicen que intentar abolir la prostitución es como intentar poner puertas al mar; o que entonces aumentará el número de violaciones. ¿Os habéis parado a pensar en lo que este tipo de argumentos lleva implícito? Quienes defienden esto están defendiendo, por un lado, el mito de la mayor potencia sexual masculina y por otro su necesidad de satisfacción inmediata es decir, su incontinencia, amenazando con que un putero sin burdel se convierte en violador.
Dudo que sea éste el mensaje que quieren transmitir, porque convertiría de facto al 40% de los españoles en violadores, según cifras de la ONU. El hecho de ser el primer país europeo en consumo de prostitución y el tercero a nivel mundial, con casi el 40% de hombres que han recurrido a ella alguna vez tendría que preocuparnos y mucho. Más teniendo en cuenta el crecimiento desproporcionado que ha tenido esta industria, muy poderosa, en los últimos años, gracias al vacío legal existente que deja en la más absoluta indefensión a cientos de mujeres prostituidas en España.
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Y, para vergüenza nuestra, ya computa dentro de la contabilidad nacional y el PIB desde hace 7 años. Es verdad que esto no es ninguna novedad: se afirma, por ejemplo, que la expansión catalano-aragonesa por el Mediterraneo se hizo, en parte, con la plusvalía extraída a las prostitutas de la Barcelona medieval. ¿Tendrán acaso nostalgia los reglamentaristas actuales? ¿pensarán aprovechar este tipo de impuesto para salir de la crisis?
En el sistema prostitucional no hay relaciones sexuales. No se trata de una relación mercantil a secas (sexo por dinero). Se trata de una relación de poder. Hasta el más muerto de hambre tiene siempre la posibilidad de resarcirse de sus frustraciones comprando el cuerpo de una mujer, aunque solo sea durante cinco minutos. Vivimos en una sociedad en la que una mitad es consciente de que puede comprar a la otra media (la pornografía se encarga de recordarlo de una forma cada vez más más violenta y más vejatoria). No sé qué pensareis sobre todo esto, pero no se puede construir una sociedad igualitaria con estas bases.
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El 94% de las víctimas de explotación sexual son mujeres y niñas y el 99,9% de la demanda es masculina. Todo ello es contradictorio con nuestro texto constitucional, cuyo artículo 15 prohíbe someter a nadie a torturas ni a penas o tratos inhumanos o degradantes, pero al parecer, en este caso no importa.
Pateman plantea la necesidad de eliminar este contrato sexual excluyente para que pueda ser posible un nuevo contrato social que dé cabida a las mujeres con plenos derechos de ciudadanía.
Representantes de numerosas organizaciones feministas han elaborado una propuesta de ley orgánica abolicionista del sistema prostitucional. Una ley necesaria y urgente para poder liberar, proteger y sanar a tantos cientos de mujeres cuyos derechos humanos están siendo vulnerados con total impunidad día tras día y que han de ser consideradas a todos los efectos como víctimas de violencia machista; una ley que penaliza a proxenetas y puteros, única forma de acabar con la trata de personas con fines de explotación sexual. Esta propuesta fue presentada al Ministerio de Igualdad en una reunión mantenida hace cinco meses. Seguimos esperando una respuesta.
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Evidentemente, este Ministerio tiene otras prioridades, entre las que no se encuentra la defensa y protección de las mujeres más vulnerables. ¡Quién se lo iba a imaginar!
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