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En la universidad de Harvard hay un capellán ateo. Este concepto es para pelearlo con las extravagancias del obispo Xavier Novell (y, espera, que mientras no haya una dispensa, conserva las prerrogativas de un obispo sin diócesis). Harvard debe su nombre a John Harvard, un ... clérigo.
Cuatro siglos después, Greg Epstein, «devoto ateo», ha sido nombrado por unanimidad el capellán que coordina a todos los capellanes de la universidad. También es capellán en el MIT. Él, más que ateo, se llama «rabino humanista». Y 'The New York Magazine' lo describe como «padrino del movimiento humanista». Es «Humanist Chaplain». Y ya lo era desde 2005. Sin mando en los demás. Los estudiantes reconocen la influencia positiva en sus vidas. Que esto es fantástico, pero que no lo llamen matrimonio.
Este capellán parece el de la cuarta acepción del DRAE: «Pez de la familia de los gádidos, semejante a la faneca, con el hocico puntiagudo, tres aletas dorsales y la cola pequeña que abunda en el Mediterráneo». Incluso si te vas al diccionario Oxford, 'chaplain' es «a member of the clergy attached to a private chapel, institution, ship, regiment». La religión se supone. Y en eso están los más de 40 capellanes de la universidad (cristianos, judíos, hindúes, budistas.). Uno de cada cinco americanos se considera espiritual pero no religioso. Amárrame los pavos.
Dice Emilio Lamo de Espinosa (vale, hablando de España) que el cristianismo sigue siendo la base de nuestra moralidad y ética colectiva, que somos cristianos aunque no lo sepamos, que no hay alternativa al Sermón de la Montaña. Claro que se puede vivir sin Dios. Y sin mandangas espirituales. A hacer el bien ahora lo llaman espiritualidad y humanismo.
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