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Que García Ferreras no es de este mundo es algo que venimos comprobando desde hace años: estoy segura de que, si con las elecciones yanquis se ha plantado como un cobarde en las quince horas de emisión y no ha batido un récord mundial de ... tiempo en antena, no es por él, sino por sus colaboradores: personas flojas que permiten que cuestiones tan secundarias como el sueño, el hambre o las ganas de ver a sus hijos dobleguen su voluntad informativa. Pero que no cunda el pánico, Ferreras, porque traigo buenas noticias: tus tertulianos son perfectamente intercambiables por cualquier todólogo de codo y carajillo. Como parte de la documentación para escribir su libro 'El juicio político de los expertos', Philip E. Tetlock elaboró un registro con más de 80.000 pronósticos de supuestos especialistas en la materia sobre la que versaban sus adivinaciones. Y digo 'adivinaciones' con toda la intención: el resultado fue que, de media, las predicciones de los expertos fueron sólo algo más acertadas que el puro azar.
A mí, qué quieren que les diga, me parece un win-win. Anda que no habrá gente por ahí, millones y millones de seres humanos huérfanos de barra de bar a quienes ahora, con la nueva normalidad, se les atragantan las opiniones, las profecías y las perogrulladas con el desayuno. Y así está Twitter, hecho unos zorros. Pero si a toda esa gente –ese jubilado que mira las obras en Cuenca, esa revolucionaria de facultad a la que las clases online le saben a poco, ese pobre hombre inmerso en la crisis de los cuarenta– les llama Ferreras a las cinco de la mañana para preguntarles por los resultados en Wisconsin, otro gallo cantaría: nada como sentirse importante para dejar ir la crispación.
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