A las barricadas

A lo que vamos. A las barricadas. Cada uno a la suya. Barricadas de metacrilato, eso sí. Separadores en los restaurantes, en los bares, en las oficinas, en las tiendas. La atomización máxima nos lleva de lo particular a lo particularísimo, de nuestro piso a nuestro trozo de mesa. Acabaremos bailando sin salirnos de una losa, como en el chotis.

Vamos reduciendo el espacio físico. Y el mental. Sobre todo cuando algunos aprovechan esta situación para aislarse aún más del resto. También es verdad que ellos ya eran su propia barricada, que ya vivían separados de los demás, que ya practicaban la distancia social desde los tiempos de Núñez de Balboa. La otra distancia, la física, no la respetan, que a los señoritingos no les hace falta el metacrilato, esa cosa tan ochentera. Pero el metacrilato ha vuelto para quedarse, aquí y en el barrio de Salamanca. Y mira que nos hemos pasado años demonizándolo. Woody Allen lo hizo, literalmente, en 'Desmontando a Harry': el personaje de Allen llega al infierno y se cruza con un pobre hombre. «¿Y usted que ha hecho?», le pregunta. «Inventé los muebles de metacrilato». Las películas de Woody Allen, al menos, son más cortas.