Como jefe de la diplomacia europea, Borrell no tiene precio. Se fue de la boca e hizo fracasar el plan para mandar 28 cazabombarderos polacos MIG-29 a Ucrania. Contó 'Político' que metió la pata por hacer pública una operación secreta y todavía no acordada. ... Lo de la discreción es fundamental. Recordaba ayer Antonio Botías una historieta delirante ocurrida en Murcia en 1984. El presidente Hernández Ros («lubina mismo») propuso un arroz huertano para Reagan y Chernenko en Berlín. La idea, para la que se habían presupuestado ocho millones de pesetas, fue de Enrique Escudero, consejero de Turismo. Una «propuesta de paz mundial a los líderes soviético y norteamericano» en la Puerta de Brandemburgo aprovechando la Feria Internacional de Turismo. Escudero transmitió la idea a varios colaboradores pidiendo discreción «por miedo a que la Comunidad Valenciana se anticipara en sus planes». Por el arroz.

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Seguía entonces la cosa caliente con la Guerra Fría. He contado alguna vez la trama de 'Bombas para la paz' (1959), loca película protagonizada por Fernando Fernán Gómez. Un científico a punto de morir revela a su ayudante (Fernán Gómez) que ha descubierto una sustancia que vuelve pacífico a cualquiera y pide al discípulo que perfeccione la fórmula y la use para conseguir la paz en el mundo. Cuando la tiene lista, marcha a París a una conferencia de dirigentes mundiales y echa la bomba (como Rita Barberá explotando petardos). Todos se abrazan y firman la paz, aunque el efecto dura poco. Ahora sí se puede utilizar la manida expresión «con la que está cayendo». En Ucrania. Con la que está cayendo sigue habiendo grititos de no a la guerra y a la OTAN. Si por lo menos propusieran un arroz.

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