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Manuel Chaves Nogales era un aerotrastornado, una de aquellas personas fascinadas por los progresos de su época. Se subió en un avión y lo contó. Creía que debían subir a los aviones los literatos, los pintores o los músicos y así podrían hacer otras novelas, ... cuadros o sinfonías. «Hay que hacerse un poco aviador. Una buena butaca y un cigarrillo a dos mil metros de altura, en el interior de uno de esos confortables aviones modernos, puede transformar la estética contemporánea más hondamente que cien polémicas a ras de tierra». Chaves Nogales sería un fino analista, pero los aviones de los que hablaba nada tienen que ver con los de ahora. En EE UU se ha montado un lío por un vídeo donde un señor que viajaba en clase perrera de American Airlines aporrea el asiento de delante porque la señora reclinó el respaldo.
La mujer grabó el vídeo después de que el hombre le riñera porque no podía comer tranquilamente en su bandeja. Lo reclinó otra vez cuando el hombre terminó de comer. Que si quieres arroz, Catalina. Otro pollo. Vale que el tío se convirtió en el Michael Douglas de 'Un día de furia' (aéreo) y que no tengo muy claro qué pasó ahí (la auxiliar de cabina se puso de lado de él), pero que sepan quienes echan para atrás el respaldo para vuelos de apenas dos horas que son odiados por la otra parte de la humanidad que no lo hace.
Observo estos días en un hospital que la gente se cansa de que los ascensores tarden y usan el de urgencias de la UCI. Sin urgencia alguna. Sin educación alguna. Claro que los de ahora no son esos «confortables aviones modernos» de los que hablaba Chaves Nogales. Pero los modales tampoco son para tirar cohetes. Hay más aerotrastornados que nunca.
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