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Javier F. Barrera
Granada
Miércoles, 29 de mayo 2024, 01:43
Zeinab es un nombre antiguo como Mesopotamia, Oriente Próximo, Samaria, Judea y Galilea, las tierras de la Biblia que ahora albergan el conflicto entre Palestina e Israel. Entre Israel y Palestina. Zeinab es un nombre árabe más antiguo incluso que el propio Islam. Se refiere a unas plantas aromáticas que son como los nardos. Zeinab es el nombre que lleva a gala una bailaora del Sacromonte que ha saltado a la espuma de la fama en solo 24 horas.
Zeinab Sabbah es la protagonista por accidente, por casualidad, por chiripa, por lo que sea, del vídeo con el que el Gobierno de Israel ha criticado la decisión de España de reconocer al Estado de Palestina. Este vídeo, que se ha hecho viral en las redes sociales, muestra a una bailaora de flamenco con su traje colorado bailando junto a un bailaor.
A continuación, con un grueso y más que criticable sentido del humor, el vídeo muestra a guerrilleros de Hamás ametrallando objetivos civiles y otras lindezas. Con ironía de caldo gordo, el vídeo hace ver como que la organización considerada terrorista da las gracias a España por reconocer el Estado Palestino. España no es el único país que sale mal parado en este vídeo. También se hace referencia a Irlanda y a Noruega en términos similares, con el uso de sus costumbres más típicas.
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El propio ministro de Asuntos Exteriores de España, José Manuel Albares, ha calificado este vídeo de «escandaloso y execrable». Para Zeinab Sabbah es algo más. Es una combinación de sensaciones, de preguntas sin respuesta, de dudas. «Anteayer me lo enviaron y no le di demasiada importancia». Pronto fue cambiando de opinión. «Luego empecé a pensar y no me hizo nada de gracia que yo estuviera en el vídeo. Para empezar, han utilizado las imágenes sin permiso. Luego, al salir yo bailando, es un insulto a la cultura española».
Todo se precipitó. «Empezaron a llamarme mil medios de comunicación al conocer que yo soy palestina y vivo aquí en el Sacromonte. Entonces me di cuenta que la situación era bastante grave. Me puse triste, muy triste. Mis ojos brillan de tristeza. Además, ahora tengo miedo. Esto es serio, importante, está escrito en hebreo, el lenguaje del enemigo. Me gustaría que lo quitaran y que desapareciera».
Zeinab es piscis, nació en Siria, es palestina, no tiene nacionalidad española todavía pero sí cuenta con un permiso de residencia. El Sacromonte es su reino. La Verea de Enmedio, ese camino que serpentea y ofrece las mejores vistas posibles de la Alhambra, su hogar. En el barrio de las cuevas, vive en una de ellas. «Me la han cedido. No era más que un agujero porque se derrumbó. Ahora duermo sobre tierra porque la estoy rehaciendo poco a poco como puedo».
Es una superviviente. Nació en un pequeño pueblo al sur de Siria –«muy humilde–, y hace diez años decidió marcharse por culpa de la guerra. Fue una odisea. Cruzó a Jordania de forma ilegal. Luego volvió a Siria. Probó también en Líbano. Al final, firmó una documentación en la que se comprometía a no regresar nunca a Siria con nacionalidad palestina, que es la que tiene ahora mismo. Un galimatías diplomático, un ardid para evitar que pueda entrar como palestina en Israel.
De Daraa –así se llama su localidad de nacimiento– a una cueva hundida en el Sacromonte, Zeinab trabaja en cualquier oficio. «Pero ahora quiero volver a bailar. Bailo en las fiestas del barrio y si me contratan, en fiestas privadas. También en las calles y en todas las placetas de Granada y del Albaicín», cuenta.
Es como en la mítica película 'Flashdance', pero sin una dosis de Hollywood. Zeinab baila para sobrevivir y ser feliz, calza un 37,5 de zapato flamenco –38 de calzado normal– y se compró un par para poder bailar. Sorprende su pobreza. Para la sesión de fotografías aparece con el mismo vestido con el que ha salido en las imágenes de los medios en que apareció la víspera. Solo tiene uno. Y sus zapatos de baile.
Zeinab Sabbah acepta cualquier tipo de trabajo en el Sacromonte, aunque ahora quiere volver a bailar. Ramón L. Pérez
Lleva doce años sin ver a su madre, que está en Siria. Pero sabe que no puede volver hasta que tenga la nacionalidad española, que no la logra porque Siria no proporciona la necesaria documentación. Tampoco tiene esperanzas de pisar Palestina. «No creo que Israel sepa que soy palestina. Y aunque logre la nacionalidad española no creo que me dejen entrar nunca en Israel», dice. El bucle es infinito.
Su padre falleció cuando tenía nueve años. El resto de la familia, tres hermanos y trece sobrinos, está disperso por el mundo. Es un ejemplo más de la diáspora palestina.
El vídeo publicado en las redes sociales por el Gobierno de Israel le ha dejado en estado de 'shock'. «Tengo la cabeza embotada. Estoy saturada de la mente», trata de explicarse en un castellano impecable después de diez años en Granada.
La Cuqui es amiga de Zeinab y también vecina del Sacromonte. «A ver si le pagáis algo que lleva dos días con todos los medios y nadie le da nada y no tiene», grita. Zeinab, sonríe.
–¿Crees que al final puede ser bueno para ti haber salido en el vídeo?
–No creo que me vaya a salir nada de todo esto
–¿Qué piensas del conflicto?
–Soy palestina, es injusto. Llevamos así toda la vida y nadie lo para.
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