El Gobierno marcó este sábado distancias con el viaje de José Luis Rodríguez Zapatero a Caracas, donde el expresidente mantuvo el viernes un encuentro con Nicolás Maduro en la sede del Ejecutivo de Venezuela al que asistieron también otros dirigentes chavistas como Delcy y ... Jorge Rodríguez. Acude, precisó el Ministerio de Asuntos Exteriores, «estrictamente en su condición de ciudadano particular», sin ostentar «ningún cargo de representación» y sin responder a «mandato alguno» del Gabinete de Pedro Sánchez.
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No es la primera vez que el Ejecutivo se pronuncia para dejar claro que Zapatero no actúa bajo solicitud de la diplomacia española. En su último desplazamiento a Venezuela, en marzo del año pasado, Exteriores ya rechazó tener conocimiento del motivo del viaje y que respondiera a una petición del Gobierno. El entonces ministro Josep Borrell negó estar al tanto de las «gestiones» del expresidente o del «resultado» de las mismas. En esta ocasión, además, la visita se produce tras la controversia por el encuentro en Barajas el 13 de enero entre el titular de Transportes, José Luis Ábalos, y la vicepresidenta venezolana Delcy Rodríguez, sobre quien pesan sanciones que le prohíben pisar el suelo europeo.
En realidad, son ya 39 las ocasiones en las que Zapatero, que en 2016 comenzó a ejercer labores de intermediación entre el Gobierno de Venezuela y la oposición, ha visitado el país. Por ahora, sin embargo, todos los movimientos han conducido a la frustración, y en algunos sectores contrarios al régimen chavista han llegado a considerar al expresidente una figura próxima a los postulados oficiales.
En España, su posición política a favor del diálogo también ha sido en los últimos tiempos motivo de polémica. Así sucedió después de que Juan Guaidó, reconocido también por el Gobierno de Sánchez como «presidente encargado de Venezuela», fuera recibido en enero por la ministra de Exteriores, Arancha González Laya, y no por el propio Sánchez en su gira internacional.
El expresidente Felipe González, salió entonces en defensa de Guaidó como «el único representante legitimado democráticamente». Zapatero, en cambio, respaldó en la Cadena Ser que el jefe del Ejecutivo no le recibiera. «En mi opinión, no se equivoca. En mi opinión, acierta -se inclinó-. El enfoque sobre Venezuela, antes o después, tendrá que cambiar en muchas actitudes políticas y en muchas cabezas».
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Pero tanto ese episodio como el del encuentro de Ábalos en Barajas, que centrará buena parte de la sesión de control del miércoles en el Congreso, han soliviantado a los partidos de la derecha, que sospechan un cambio de orientación en la política del Gobierno respecto a la situación venezolana. El PP insinúa, de hecho, que podría deberse a la llegada de Pablo Iglesias al Ejecutivo. «¿Qué vínculos tienen Sánchez, Ábalos y Podemos con el chavismo?», preguntó este sábado el líder de los populares, Pablo Casado, en Twiter. «Pedimos explicaciones sin más mentiras».
Su portavoz en el Congreso, Cayetana Álvarez de Toledo, criticó la relación de «intimidad antidemocrática» que mantienen, a su juicio, Zapatero y Maduro: «Me da vergüenza como española que trabaje activamente para una dictadura que ha sido condenada y sancionada por parte de las instituciones europeas y Naciones Unidas». Mientras tanto, el líder de Vox, Santiago Abascal, tachó al expresidente de «desaprensivo cómplice de todos los crímenes» del presidente venezolano. También el diputado de Ciudadanos Edmundo Bal exigió a Sánchez explicaciones y calificó de «completamente inadmisible» el encuentro en Caracas.
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Estados Unidos recela de lo ocurrido entre el ministro de Transportes, José Luis Ábalos, y la número dos del Gobierno de Nicolás Maduro, Delcy Rodríguez, en el aeropuerto de Barajas en la madrugada del pasado 13 de enero. El enviado especial del país norteamericano a Venezuela, Elliot Abrams, apuntó en una rueda de prensa telefónica en la madrugada del viernes que, aparentemente, lo que ocurrió fue una «violación de sanciones europeas»,
«No entiendo cómo (Rodríguez) ha podido llegar a Madrid y evidentemente, hay investigaciones por parte de la prensa española. No entendemos el 100 % de lo que pasó y lo que hemos visto en los periódicos ha cambiado cada día», dijo con suspicacia ante las distintas versiones ofrecidas por el Gobierno acerca de este asunto desde que saltó a los medios de comunicación.
Ya el pasado 24 de enero, la encargada de Cuba y Venezuela del Departamento de Estado estadounidense, Carrie Filipetti, consideró «sorprendente» el encuentro entre Ábalos y Rodríguez y aseguró «tener muchas preguntas» que aclarar. La diplomática enfatizó que la presencia de la vicepresidenta venezolana en Madrid va contra las sanciones que la Unión Europea (UE) impuso a 25 personalidades venezolanas para impedirles la entrada en territorio comunitario.
«Esas acciones, como el encontrarse con alguien, no solo socava la política que EE.UU. y la Unión Europea han implementado con respecto a Venezuela, sino que mina toda la infraestructura comunitaria, que confía en la cooperación para la implementación de este tipo de sanciones», resaltó en una clara muestra de malestar. «Tenemos muchas preguntas y estamos en conversaciones con el Gobierno español para tratar de obtener algunas respuestas, pero desde luego no es acontecimiento al que demos la bienvenida», avisó.
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