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«La prioridad es la que es: recuperación y vacunación». Es la frase con la que Pedro Sánchez llevaba respondiendo desde hace varias semanas a cualquier pregunta relativa a una inminente remodelación del Gobierno. Sus intentos de echar balones fuera no sirvieron, sin embargo, para ... tranquilizar a los suyos, tanto en el Ejecutivo como en el PSOE. Todos daban por sentado que el presidente no tardaría en acometer cambios profundos para empezar con brío el nuevo curso político superada la fase aguda de la pandemia, como se ha confirmado que hará hoy. Y el estado de nerviosismo, admitían, empieza a ser muy palpable.
Las preguntas entre los ministros acerca de si habíann recibido alguna llamada que arrojara luz sobre su futuro estaban a la orden del día. Ni siquiera sus colaboradores más cercanos como la vicepresidenta primera, Carmen Calvo –con la que le une un vínculo personal desde hace años–, se sentían a salvo. «Lo está pasando mal», apuntaba un dirigente socialista. «Nadie sabe nada, el presidente es muy celoso de sus decisiones –reconocía otra ministra con peso en el gabinete–;aquí lo mejor es asumir que estamos de martes a martes y que somos muy fungibles». Este mismo viernes, cuando Sánchez empezó a comunicar a los salientes su decisión, sin embargo, fuentes cercanas a la vicepresidenta primera aseguraron que estaba «muy tranquila».
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Los miembros de Unidas Podemos con cartera siempre fueron los menos preocupados. De alguna manera, estaban blindados por el protocolo de colaboración en el que se estipula que en caso de «reestructuración» se mantendrán tanto el «número de áreas» acordadas por ambas formaciones en su acuerdo de coalición como «su peso relativo» en el conjunto del Gobierno. La marcha de Pablo Iglesias ya provocó además el pasado abril una crisis circunscrita al ala que ahora encabeza la vicepresidenta tercera y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz.
La sucesora de Iglesias apuntó el fin de semana pasada, en una entrevista en 'El País' en esa dirección al dar a entender que no se siente muy concernida por el asunto. En cierto modo, sin embargo, su respuesta alimentó la idea de que los cambios se acercan y de que Sánchez ya le ha comunicado, si no su alcance, sí el propósito de acometerlos. «Sería una imprudente si desvelase mis conversaciones con él. Esa es una área que le compete exclusivamente. A mí -alegó– me preocupa mucho más el qué que el con quién». Fuentes de Podemos aseguran que el jefe del Ejecutivo ha confirmado a Díaz esta misma mañana su decisión.
Lo que es innegable es que los intentos de Sánchez – «no está en mis planes hacerlo; mi prioridad es otra», llegó a decir en La Sexta hace apenas diez días– no lograron ahogar un intenso rumor de crisis gubernamental que ya estaba haciendo estragos en la moral de no pocos altos cargos y exacerbando algunos recelos que vienen de lejos, fundamentalmente, entre pesos pesados del partido y el jefe de gabinete de Sánchez, Iván Redondo. al que se atribuye demasiada influencia en las decisiones del presidente.
Que habría remodelación se daba por hecho ya, en realidad, desde hacía meses, pero tanto en el PSOE como en el Gobierno asumían que llegarían en otoño, con un porcentaje de más del 70% de la población ya inmunizada frente al coronavirus y la recuperación económica en marcha. El mes pasado empezó a cundir la sensación, en cambio, de que todo podría acelerarse tras la concesión de los indultos a los condenados del 'procés', que ya se dan por amortizados.
Desde hacía días, la agenda del jefe del Ejecutivo se examinaba con lupa con la esperanza de detectar el momento que le pudiera resultar más favorable. Y no faltaba quien apuntaba, ahora se ve que con tino, a la semana entrante. Esgrimían que después ya sería más difícil porque Sánchez tiene previsto realizar un viaje de carácter económico a Estados Unidos el 20 de julio y no volverá hasta el 24. También especulaban con que si el presidente decidía prescindir de Calvo (cosa que muchos dudaban) le querría permitir poner un broche de oro a su labor con la aprobación de su proyecto estrella, la nueva ley de la memoria histórica, que se aprueba este martes.
El hecho de que en el último mes se haya intensificado la agenda legislativa con la aprobación de la 'ley trans' (victoria de Irene Montero sobre la vicepresidenta), la bajada del IVA de la luz, el acuerdo en pensiones, la reforma para reducir la interinidad en la Administración Pública y otros proyectos atascados desde hacía tiempo sumaba a la interpretación de que Sánchez quiere irse de vacaciones con los deberes hechos. Aun así, todo respondía a conjeturas porque el jefe del Ejecutivo, advertian todas las fuentes,, es hermético.
En el partido tampoco los ánimos están más serenos. En la propia dirección del PSOE se asume que en el próximo congreso, que se celebra en octubre en Valencia, Sánchez renovará al 70% de su ejecutiva. «Hay gestos que son elocuentes: a ningún secretario ejecutivo se le ha dado papel en la elaboración de la ponencia y ni siquiera se les convoca a actos que son supuestamente de su negociado», remarcan.
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