Sánchez sella con el rey marroquí el fin de la crisis

El Ejecutivo quiere dar carpetazo a la «insostenible» situación que se llevaba viviendo desde hace un año, cuando el 'caso Ghali' -la acogida del líder del Frente Polisario en un hospital de Logroño para ser tratado de su infección en covid- y la respuesta de Marruecos en forma de entrada masiva de migrantes a través de Ceuta y Melilla fracturaron las relaciones diplomáticas. La ruptura llegó hasta tal punto que el reino alauí retiró de inmediato a su embajadora en España.

Sánchez ya hizo un primer gesto en julio al reemplazar a la entonces titular de Exteriores, Arancha González Laya, señalada como principal responsable de aquella operación. Desde entonces, con Albares ya al frente del departamento, comenzó un «discreto» trabajo diplomático que cristalizó en marzo con el regreso de la embajadora marroquí. Una decisión que llegó tras la nueva postura de España en torno al Sáhara Occidental al asumir abiertamente el plan de autonomía propuesto en por Marruecos en 2007 para su excolonia.

En su primera conversación con el monarca marroquí tras el deshielo, de la cual informó después a Felipe VI, Sánchez incidió en que esta nueva etapa deberá basarse en «la transparencia, la comunicación permanente, el respeto mutuo, el cumplimiento de los acuerdos firmados por ambas partes, así como la abstención de toda acción unilateral para evitar futuras crisis». El jefe del Ejecutivo viene defendiendo que el entendimiento con el país vecino garantiza la «integridad territorial» de ambos, aunque Rabat no aclara si ello supone renunciar a su reivindicación anexionista de Ceuta y Melilla.

Mohamed VI respondió a las palabras del presidente formulándole una invitación para realizar una visita a la capital marroquí. El objetivo de la cita, de la que aún no se ha concretado la fecha, es «poner en marcha la hoja de ruta que consolide la nueva relación». Sánchez acudirá a Rabat, en todo caso, sin el apoyo explícito de ningún partido salvo el suyo, el PSOE, al movimiento sobre el Sáhara que tanto la Moncloa como Exteriores se resisten a tratar como un giro o cambio de posición.