Felipe VI ha aprovechado la solemnidad de la Pascua Militar para reivindicar a la bandera, al símbolo que en la sencillez de un trozo de tela y unos colores significativos nos une a todos los españoles sin diferencias de género, de edad, de color de ... la piel ni de estatus económico. Nada compartimos tanto todos los ciudadanos nacidos y nacionalizados en este país, que es el nuestro, como cuanto la bandera roja y amarilla representa.

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Bajo su sombra caben diferencias variadas, siempre apreciables y respetables en una sociedad democracia, pero con ese nexo común que nos identifica como pueblo histórico y solidario. La bandera es el primer símbolo patriótico en la práctica totalidad de los países. En muchos, empezando por los Estados Unidos, la enseña nacional está presente en todos los lugares públicos. Aquí en España somos más comedidos en su exhibición.

Incluso hay españoles que la rechazan alegando que su significado no representa sus ideas ni sus intereses. Es una actitud muy discutible, pero respetable como todas las que se exponen y defienden de manera pacífica y razonable. Como contrapartida, habría que responder que el hecho de que se haya mantenido como símbolo nacional en etapas históricas deplorables, no es obstáculo para que su significación siga vigente. Somos el mismo pueblo y la misma nación al margen de su régimen político.

Dentro de un año nuestra bandera cumplirá 175 años, bajo ella convivimos gallegos, catalanes, andaluces, castellanos, vacos y canarios, cántabros, valencianos, riojanos, murcianos y extremeños, y bajo ella hemos conseguido superar los momentos difíciles, recuperar las libertades y dotarnos de un sistema regido por una Constitución que cuarenta años después sigue siendo modélica. No es por menos que sentirnos orgullosos.

El Rey ha estado acertado recordando lo que la bandera significa y representa para todos. Bajo su protección nadie es discriminado. Es uno de los dos símbolos importantes que mantienen la unidad de cuarenta y seis millones de personas. El otro es la propia Corona cuya importancia es reconocida por más del setenta por ciento. Quienes discrepan están en su derecho que no les exime de respetarlos mientras que los que consideramos que son los adecuados, tenemos la obligación de defenderlos.

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