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La incontestable victoria en Andalucía era la gran demanda del PP desde que Alberto Núñez Feijóo llegó a la Presidencia del partido a primeros de abril. El gallego, acostumbrado a encadenar mayorías absolutas en su tierra, tuvo claro desde que aterrizó en Génova que ese ... era el camino que quería recorrer con los suyos. Reclamó una y otra vez durante la campaña «una mayoría amplia, estable y contundente» como la que tenía él en la Xunta. Y Juanma Moreno se la facilitó, con los 58 escaños logrados de los 109 que integran el Parlamento autonómico. «Estas elecciones han sido en clave andaluza, pero todo el mundo sabe que había también un deseo de sacarle tarjeta roja a Pedro Sánchez», dijo el candidato a la reelección en la Junta, convencido de que su triunfo abre una vía para reagrupar al centroderecha «por el carril central» que les puede llevar pronto a la Moncloa.
En Génova reconocen que van por el «buen camino», como afirmó el propio Feijóo la semana pasada ante la plana mayor del partido, que el aire demoscópico sopla a su favor –las últimas encuestas de Sociométrica y Sigma Dos les otorga una ventaja de ocho puntos y 50 escaños sobre el PSOE– pero rechazan caer en «triunfalismos». «El cambio va a ser tranquilo», insisten las fuentes consultadas. Creen que el 19-J ha sido «un punto de inflexión» y ven muy difícil que Pedro Sánchez remonte. «Dentro de dos semanas –reflexionan– estará peor». El batacazo electoral, los juegos de espía del Pegasus, el cisma con Argelia y, especialmente, la deriva económica del país cimientan el sentimiento de fin de ciclo.
Aún así, en la cúpula del PP no lanzan las campanas al vuelo y miden al milímetro los pasos a seguir convencidos de que el tiempo juega a su favor para ir labrando una mayoría lo más amplia posible contra Sánchez y frente a Vox, al que ven «descapitalizado» tras el frenazo en Andalucía. El empeño ahora está en «seguir trabajando» y no equivocarse. «En ningún caso, vamos a pedir el adelanto electoral», aseguran en Génova.
No hace ni tres meses que Feijóo fue elegido presidente nacional del PP, y en este corto tiempo ha conseguido cerrar una crisis, coser las heridas internas, reiniciar al partido y enfrentarse a su primera prueba de fuego electoral. Y todo con nota. Le avalan, señala un dirigente territorial, su «figura», su «experiencia contrastada» y su política de 'no intromisión'. A diferencia de su antecesor, Pablo Casado, que era «inseguro» y «ambicioso», el gallego «deja hacer», resume esta fuente.
En las filas populares existe la convicción de que se llegará a la Moncloa con una estrategia «centrista», sin caer en el insulto, con un proyecto «creíble» y una «alternativa de mayorías, centrada y preparada para dar a España el Gobierno que necesita». Mientras llega el momento de sacar las urnas a la calle –si no hay adelanto quedaría todavía un año y medio por delante–, Feijóo pone a punto al partido para el siguiente asalto, las municipales y autonómicas de mayo de 2023, a través de mensajes económicos y tendiendo la mano al Ejecutivo con pactos de Estado aunque las distintas propuestas caigan en saco vacío.
En estos meses como líder de la oposición, Feijóo ha remitido a Sánchez su propuesta fiscal para tratar de embridar la escalada de los precios, a la que el Gobierno cerró la puerta sin más, además de proponer al Ejecutivo y al resto de fuerzas políticas un pacto de Estado sobre la política de defensa para que España llevase una posición común a la cumbre atlántica, que tampoco obtuvo respuesta. Los populares ultimaban también un acuerdo para la regeneración de la Justicia, que estaba a punto de hacer llegar a la Moncloa antes de que el PSOE anunciase una reforma legal de la Ley Orgánica del Poder Judicial para «controlar» el Tribunal Constitucional e hiciese volar todos los puentes amenazando con encallar de nuevo el único pacto que ambas partes se habían mostrado dispuestas a explorar.
La prioridad que el gallego ha fijado son los comicios de la próxima primavera, donde el PP espera incrementar su poder territorial recuperando la Comunidad Valenciana, Baleares e incluso Castilla-La Mancha, una plaza más complicada por el empuje del socialista Emiliano García-Page. Génova ha pedido a sus organizaciones empezar a elaborar listas buscando los mejores perfiles para gobernar en cada plaza y les dará libertad para confeccionar candidaturas, consciente de que sus líderes regionales son los que mejor conocen su territorio.
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