La crisis por la ley del 'solo sí es sí' se ha convertido ya en la crisis entre Podemos y Yolanda Díaz. Por si los antecedentes no bastaran para acreditar el abismo que se va abriendo día a día entre la formación morada –con Pablo ... Iglesias llevando la voz cantante– y la promotora de Sumar, la defensa de una de las normas estelares del Ministerio de Igualdad y, con ella, de Irene Montero están siendo esgrimidas por el partido para zaherir a la vicepresidenta y dudar de su compromiso con el partido que la hizo ministra y vicepresidenta. Un pulso que amenaza ya con consecuencias drásticas.
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En una estrategia recurrente para salvaguardar su posición y su modo de entender la política, Díaz ha tratado estos días de capear la agria polémica primero esquivándola con el silencio y, cuando no le quedó otro remedio que pronunciarse al verse señalada, abrazando la tesis del presidente Pedro Sánchez de aguardar a que el Supremo unifique doctrina sobre la aplicación de la ley.
Pero esa valoración se quedó muy corta para Iglesias y Podemos, que exige poco menos que un auto de fe sobre la norma y sobre Montero ante «la cacería» que, dicen, está padeciendo. El vaso se desbordó el viernes, cuando el fundador del partido tildó de «miserable» que compañeros de la ministra se «pongan de perfil», en afilado dardo contra Díaz.
Una crisis abierta
Es un hecho que la complicidad entre ambos está rota, lo que cierne densas sombras sobre la convivencia en el 'espacio morado' dentro del Gobierno de Sánchez. La vicepresidenta se dio este sábado por aludida ante la arremetida de Iglesias, pero le replicó a su singular manera: sin mencionarle, sin elevar el tono e intentando preservar su camino propio con Sumar, cada vez más distante de Podemos.
«No os distraigais», pidió a quienes le arropaban en un acto en Valencia, alertando contra la inoperancia del «ruido» y del «jalear» en política. «Quien se distrae no vale para el fin de cambiar nuestras vidas», avisó. Díaz llamó a las mujeres a cuidarse solidariamente y lamentó lo mucho que les cuesta poder desarrollar sus aspiraciones, en lo que pudo sonar como un lamento hacia Iglesias. También su defensa de una nueva vida pública en la que prime «la ternura». Justo lo que ella no recibe ya de su viejo amigo.
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