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El rey Felipe VI recibe en el Palacio de la Zarzuela al portavoz del PNV, Aitor Esteban. EFE
El PNV, sin margen de maniobra

El PNV, sin margen de maniobra

Feijóo tiene un mes de plazo para reforzar su estrategia porque sabe que no va a conquistar nuevos aliados

Alberto Surio

San Sebastián

Domingo, 27 de agosto 2023, 00:07

En los próximos días Alberto Núñez Feijóo tendrá la oportunidad de conocer personalmente al portavoz del PNV, Aitor Esteban, y volverá a escuchar las razones de su rechazo frontal a la investidura, repetidas hasta la saciedad. En realidad, el candidato del PP las conoce perfectamente ... y sabe que el mes de plazo que dispone antes de someterse al debate en el Congreso es más un ejercicio táctico para reforzar su posición estratégica, dentro y fuera del partido, que una oportunidad real para seducir y conquistar los cuatro votos de los diputados que necesita para lograr más síes que noes y recibir el encargo mayoritario de la Cámara para formar un Gobierno. Los llamamientos constantes del PP al PNV son un ejercicio estéril que pueden terminar por desgastar a Feijóo.

Los jeltzales no tienen ningún margen de maniobra para cambiar su decisión, aunque la reunión Feijóo-Esteban, planteada como un encuentro de cortesía, pueda servir para reactivar de manera formal una relación que se quebró cuando los nacionalistas vascos decidieron decantarse y ser decisivos al secundar la moción de censura de Pedro Sánchez que desalojó a Mariano Rajoy de la Moncloa pocos días después de haber pactado con este último los Presupuestos Generales del Estado. El conflicto, entonces y ahora, es de naturaleza política y tiene que ver con la elección de los compañeros de viaje.

El PNV no va a participar en ninguna operación política que requiera del concurso de la extrema derecha. Mientras los populares no asuman esta premisa serán incapaces de romper la tenaza que les impide tejer nuevas alianzas. No se puede pactar con Vox y mirar hacia otro lado como si no hubiera pasado nada. Es el problema heredado de este acuerdo con la formación liderada por Santiago Abascal, al que se dio luz verde desde la percepción de que era una cuestión perfectamente asumida socialmente. El cálculo resultó erróneo porque un sector de la sociedad lo ha interpretado como un peligro y se movilizó activamente en las urnas hasta desbaratar los planes de Feijóo.

La segunda razón tiene que ver con la situación en la que se encuentra el PNV, debilitado tras las últimas elecciones municipales y generales, desconcertado por una EH Bildu que le pisa los talones con el paradigna de representar mejor el cambio generacional en la sociedad vasca. Los jeltzales darían a la izquierda abertzale una baza muy valiosa si ahora se alían con una derecha a la que el nacionalismo tradicional acostumbra a estigmatizar. Además, el PNV gobierna ayuntamientos, diputaciones y el mismo Ejecutivo con el PSE y un cambio de aliado podría dar vía libre a una mayoría de izquierdas en el País Vasco que el nacionalismo clásico de Sabin Etxea quiere cortocircuitar a toda costa. El eje derecha-izquierda se ha ido abriendo paso en Euskadi frente a la recurrente cuestión identitaria y en sí mismo es un dato novedoso que corrobora el cambio social experimentado después de la violencia de ETA.

El 'no es no' del PNV no será eterno, porque a los jeltzales siempre les ha gustado sentirse útiles e influyentes y porque, además, en la relación con Pedro Sánchez se muestran críticos por la falta de cariño del presidente y por no haber tenido el peso que creen debían haber ejercido. El PNV no es un partido de izquierda y en su seno hay un sector que vería con buenos ojos una mayor aproximación al PP. Pero ahora no toca.

Esteban dejará claro al PP algo de lo que ellos mismos son conscientes. O hay un acuerdo de investidura entre Sánchez y los nacionalistas vascos y catalanes o, sin pacto, vamos a las elecciones el 14 de enero. Nadie quiere ir a las urnas de nuevo pero tampoco hay que descartar que, al final, si el precio de la investidura es un disparate, sea el propio Sánchez al que le interese envolverse en la bandera de unos nuevos comicios para demostrar que en esta ocasión ha puesto pie en pared frente al maximalismo independentista catalán.

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