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José Antonio Ardanza, lehendakari vasco entre 1985 y 1999, cuando traspasó el mando a Juan José Ibarretxe, ha fallecido este lunes a los 82 años en su domicilio de Kanala, en pleno corazón de la idílica reserva natural de Urdaibai (Vizcaya), tras una larga enfermedad ... y acompañado de su inseparable mujer, Gloria Urtiaga, y de sus hijos, Nagore y Aitor. Retirado de la primera línea política desde hace años, llegó a Ajuria Enea como candidato del PNV tras la traumática escisión de Eusko Alkartasuna, impulsó el Pacto de Ajuria Enea para deslegitimar a ETA, promovió los primeros gobiernos de coalición con los socialistas y desarrolló los principales pilares del autogobierno.
El fallecimiento de Ardanza ha teñido de duelo una política vasca sumergida en la, hasta ahora, anodina campaña hacia las elecciones del 21-A. Distintos líderes políticos han mostrado sus condolencias y los propios Reyes, Felipe VI y Letizia, han enviado un telegrama a la viuda del exlehendakari, Gloria Urtiaga, trasladándole su pésame.
Nacido en la localidad vizcaína de Elorrio en 1941, tuvo que dar un paso adelante en una de las épocas más convulsas de un partido en el que había militado desde su juventud. Con un perfil muy diferente al de Carlos Garaikoetxea, a aquel licenciado en Derecho por la Universidad de Deusto, le tocó el reto de mantener el símbolo de Ajuria Enea en manos de un PNV traumatizado. Una meta que superó con creces. Nunca nadie ha estado tanto tiempo en el cargo.
La cúpula del partido, con Xabier Arzalluz a la cabeza, recurrió a él tras haber ejercido durante dos años como diputado general de Guipúzcoa y haber sido alcalde de Mondragón. Y pronto demostró que detrás de aquel hombre de aspecto gris se escondía un político que resultaría clave para el devenir de Euskadi durante más de una década. Defensor a ultranza de los acuerdos transversales, de la necesidad de construir una Euskadi entre diferentes, plural, en la que todos, nacionalistas y no nacionalistas, se sintiesen cómodos, rechazó de forma contundente la violencia de ETA. De todas las imágenes que jalonan su trayectoria, hay una que explicita su recorrido. Aquella en la que horas después de saberse que Miguel Ángel Blanco había sido asesinado a manos de la banda terrorista, salía a las puertas de Ajuria Enea y, aclamado por una multitud y visiblemente emocionado, anunciaba un acuerdo para aislar a Herri Batasuna.
Aquello fue casi al final de su mandato. Llevaba 12 años en Ajuria Enea, adonde arribó despues de ser elegido tras la marcha de Garaikoetxea. A mitad de legislatura, aquel Ardanza que fuera de Guipúzcoa era un gran desconocido se convertía en lehendakari. Había aceptado el cargo por lo que algunos definían como su «santa obediencia» hacia el PNV. Llegaba a una Euskadi golpeada por la crisis económica y el terrorismo, que no veía muy clara la luz al final del túnel, y como cabeza de cartel de una formación que trataba de salvarse de la embestida que acababa de sufrir.
Y enseguida se dio de bruces con una dura realidad. En las elecciones de 1986 el PNV fue superado en escaños por el PSE. Aunque ganó en votos, aquello fue un varapalo político y emocional que nunca más ha vuelto a suceder. Pero de aquel inicio incierto, surgió un inesperado líder. Sin el carisma de otros, Ardanza fue labrando su trayectoria paso a paso. A base de convicciones. Conformó el primer Gobierno de coalición con el PSE, con Ramón Jáuregui como vicelehendakari. Aquel Ejecutivo sentó las bases de un autogobierno vasco todavía incipiente y desarrolló lo que serían sus principales pilares. Pero fue sobre todo cuando caló un concepto fundamental para la convivencia: que Euskadi debía construirse de manera transversal y que ninguna idea podía defenderse con violencia.
Ardanza afrontó como lehendakari atentados como el de Hipercor, el asesinato de 'Yoyes' o los de mandos de la Policía vasca como Montxo Doral y Joseba Goikoetxea. La «socialización del sufrimiento» que buscaba amedrentar a toda una sociedad recorrió su mandato. Y él la combatió sin atajos, con firmeza democrática. El 12 de enero de 1988 nacía el Pacto de Ajuria Enea. PNV, EA, EE, PSE, CDS y AP firmaban un acuerdo que aislaba a HB.
Su etapa al frente del Gobierno vasco acabó en 1999, después de que su proyecto de pacificación, el 'plan Ardanza', fracasara, la Mesa de Ajuria Enea entrara en vía muerta y el PNV apostara primero por Ibarretxe y, después, por el Pacto de Lizarra con la izquierda abertzale al calor de la tregua etarra. El ya exlehendakari dejó la política y se convirtió en presidente de Euskaltel hasta 2011. Y dejó escrito en sus memorias: «Ser lehendakari es uno de los oficios más difíciles, más complicados y más comprometidos. Eres una especie de faro en medio de la tormenta y todo el mundo tiene derecho a criticarte: todas las olas revientan contra ti».
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