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Cuando el agua comenzó a bloquear caminos y aislar a las personas donde estuvieran, el cabo Óscar Chulvi Máñez intentaba llegar hasta su unidad militar, que le había convocado para afrontar la emergencia. Iba con su uniforme en un «vehículo oficial», que quedó inmovilizado, como tantos otros, cerca de un puente en el polígono de Loriguilla, por donde se desbocaba la riada de la Rambla del Poyo.
«Yo me disponía a ir a Utiel, que era donde nos habían activado y me quedé atrapado, como la mayoría de la gente, en ese tramo de la autovía», relató Chulvi ante la cámara de uno de sus compañeros en la Unidad Militar de Emergencias (UME). Quiso la suerte que estuviera muy cerca de dos personas acorraladas por el furioso caudal que crecía minuto a minuto. Por «casualidad» y con «sorpresa», recordó Chulvi, «nos las encontramos». El azar también quiso que en el lugar estuviese un equipo de electricistas con una grúa.
Con experiencia por su paso en el Servicio de Búsqueda y Salvamento (SAR) y formado en el Ejército del Aire y el Espacio, Chulvi planificó cómo trasladar a estas dos personas. Aunque «no llevaba equipamiento, sólo su uniforme», asegura otro militar, se puso un arnés del equipo de los técnicos, cogió dos más, y se enganchó al extremo del cable de acero. Con los 'walkie-talkies' del operario coordinó los movimientos de la máquina. «La única forma de acceder por la tromba de agua era mediante una grúa que había en aquel momento 'in situ'», rememora Chulvi. «Procedí a descolgarme con la ayuda del gruista hacia esa zona. Yo llevaba un arnés atado a la cabeza de la grúa y le puse otro a cada persona que extraje. Así los saqué de la zona».
Este resumen sin aspavientos, como cosa cotidiana, se lo repitió el martes al Rey, durante su segunda visita a Valencia desde que la DANA produjo muerte y devastación. Interesado en el improvisado rescate de esas dos vidas, que con toda probabilidad hubiesen tenido un trágico final, Felipe VI escuchó la historia, por recomendación de la ministra de Defensa, y luego comentó: «A veces (los soldados) guardan su reserva, porque no quiere tener un protagonismo específico. Pero es un caso, de tantos que puede haber, de saber reaccionar en un momento dado, de una forma sobrevenida sobre la marcha. Con flexibilidad, con confianza en tus capacidades, con una voluntad clara de atender a alguien que está en situación de riesgo y necesidad».
Nacido en España en 1985, Óscar Chulvi Máñez es un deportista empedernido que ha participado en competiciones oficiales de ciclismo y 'ciclocross', en duatlones y triatlones, e incluso en voley playa. Aunque no campeón, hace unos años llegaba a las metas con buenos registros. Destacado en la UME de Valencia, cuyo tercer batallón fue el primero en activarse para ayudar en esta tragedia, tiene formación en rescate, apoyo a medios rurales e incendios forestales.
Participó en la asistencia de damnificados de otra DANA, sucedida en 2019 en Orihuela, donde estuvo lo peor de esas inundaciones, además de «numerosos simulacros con Protección Civil y otras unidades, y unas cuantas activaciones», mantiene Chulvi. En la operación de aquella noche de la DANA, estuvo aproximadamente un minuto y medio en el aire por cada persona. Sostenía a pulso a sus rescatados, hasta que llegaban al puente, donde era recibido con aplausos. A pesar de su repentina celebridad, no da entrevistas. «Está muy liado con su trabajo», justifican en la UME. En labores de Policía Militar en el radio de la UME, apoya a sus compañeros en las labores de búsqueda de desaparecidos, achique de agua, limpieza de barro y retirada de vehículos. No hay fecha de regreso. La misión continúa.
La noche del desastre en Catarroja, Miquel escuchó unos golpes que venían de abajo de su piso. El patio ya estaba inundado. Había tres metros de agua. Se asomó a la ventana. Estaba oscuro, recuerda. Entendió que en la peluquería de abajo se estaban ahogando. Con un martillo en la mano se descolgó por la fachada y empezó a golpear la pared para abrir un hueco. Como en el caso de Chulvi, su acción quedó grabada. Estuvo dos horas picando el ladrillo. Cuando logró abrir el boquete, los rescatados estaban flotando con las cabezas pegadas al techo.
Otro vídeo que se hizo viral de un rescate sucedió en Paiporta, donde un profesor llamado Daniel, rompió el cristal de una puerta que daba al patio con la pata de una mesa que había arrancado. Después hizo el último tramo de una cadena humana con los niños en brazos. El agua ya les llegaba al pecho, tapaba a los pequeños.
Un tercer rescate lo hicieron los bomberos madrileños del Grupo Especial de Rescate en Altura, desplazados a Utiel, que en helicóptero localizaron a una mujer en la cornisa de la segunda planta de su casa con un perro en una caja y dos gatos en brazos, rodeada de agua. El bombero descendió en una cuerda, se sumergió en el fango líquido, luchó contra la corriente, sujetó y aseguró a la mujer, que no soltaba a sus animales aunque tragaba agua, y la subió hasta el aparato. Hay más historias heroicas, como las del cabo Chulvi, perdidas en el lodo y que no tuvieron quien las grabara.
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