Marlaska se convierte en puntal tras la gestión de los disturbios de Cataluña

Lograr salir casi indemne de esa situación y conseguir una coordinación casi impecable entre cientos de miembros de la Policía y la Guardia Civil y los Mossos para enfrentarse juntos a los mayores desórdenes públicos de la historia de la democracia le ha valido el reconocimiento del presidente y de los mandos de las fuerzas de seguridad.

La mano izquierda que ha demostrado para entenderse con la Generalitat, incluso en los momentos de relaciones más glaciales, le va a ser muy útil para enfrentarse en esta legislatura a los dos huesos duros de roer que en su departamento ha dejado el acuerdo para la investidura: el traspaso de la competencia de Tráfico en Navarra a la Policía Foral, que ya ha puesto en pie de guerra a la Guardia Civil, y la entrega de la gestión de las prisiones vascas al Gobierno de Iñigo Urkullu, que ya ha levantado las suspicacias de la oposición.

Aunque él se muestra especialmente orgulloso de haber retirado las concertinas de las vallas de Ceuta y Melilla, en Interior creen que su mayor logro al frente del departamento ha sido su plan de seguridad para la zona del Estrecho de Gibraltar, un área en la que el Estado estaba perdiendo la batalla contra los narcos cuando él llegó al ministerio en verano de 2018.

En el otro lado de la balanza siguen pesando, y mucho, sus desafortunadas declaraciones previas a la manifestación del Orgullo de Madrid en julio de 2019 atacando a Ciudadanos por sus pactos con Vox horas antes de que los políticos de la formación naranja fueran acosados por los participantes en el evento. Las sospechas de que la mano del ministro estuvo detrás de los informes policiales que suavizaron el hostigamiento a los representantes de Ciudadanos no han desaparecido.