Agentes de la Policía y la Guardia Civil durante el despliegue de este martes. EFE

«Ni debo ni puedo ni quiero referirme a ello», elude el presidente sobre la causa tras verse con el Rey

Sánchez prefirió no arriesgar con un interrogatorio espontáneo que pudiera perjudicar a su cónyuge o que pudiera ser usado por Peinado para pedir su imputación en el Supremo

Martes, 30 de julio 2024, 08:23

Era una de las preguntas del día informativo y Pedro Sánchez desplazó su respuesta al balance con el que cerrará el curso político hoy en la Moncloa.    En su comparecencia tras la tradicional audiencia veraniega con el Rey en Mallorca, el presidente del Gobierno fue cuestionado por su presencia matinal ante el juez Peinado y la querella posterior presentada por la Abogacía del Estado contra el instructor de la causa abierta a su mujer, Begoña Gómez. «Ni debo ni puedo ni quiero», sorteó, justificándose «por respeto» a la figura institucional de Felipe VI, con el que reunió pocas horas después que Peinado se personara en Moncloa para interrogarlo.

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Lo que estaba llamado a ser un interrogatorio histórico se quedó en nada. Y no solo porque quedara eclipsado por la querella del presidente contra el juez. La inusual comparecencia judicial en Moncloa se vio reducida a dos minutos exactos de burocrático trámite procesal. Y es que Sánchez prefirió este martes no hacer correr el más mínimo riesgo judicial extra a su esposa y se acogió a su derecho a no testificar en el proceso contra Begoña Gómez, tal y como ampara la Ley de Enjuiciamiento Criminal, que exime a los testigos de declarar en procesos en los que estén investigados familiares directos.

Detrás del silencio del presidente, según todas las fuentes consultadas, estuvo el abogado de Gómez, el exministro Antonio Camacho, quien ha dirigido la estrategia de Sánchez en este caso. El letrado fue el que recomendó desde un principio al jefe del Ejecutivo pedir declarar por escrito. Cuando esta opción fue rechazada por el instructor, Camacho apostó por no arriesgarse a un interrogatorio «espontáneo», que se esperaba «muy virulento» de Peinado y Vox.

Un cara a cara «sin guion» –según el análisis de los asesores de Sánchez– en el que el testigo podría haberse explicado y haberlo negado todo ante la opinión pública, pero en el que, a cambio, podría haber pagado un alto precio: desde incurrir en contradicciones que complicaran la defensa de Gómez a hacer afirmaciones que dieran una «coartada» al instructor para pedir la imputación de Sánchez ante el Supremo por uno de los delitos en los que ya está encausada su esposa, el tráfico de influencias.

Con estas prevenciones, la comparecencia apenas duró 120 segundos. Lo indispensable para que el juez le preguntara si tenía alguna relación con alguno de los tres investigados en esta causa: la propia Gómez, el empresario Juan Carlos Barrabés y el rector Joaquín Goyache. El testigo le dijo acreditó su condición de marido de la investigada y se acogió, tras constatárselo el juez, a su prerrogativa a no declarar. Las partes firmaron el acta. Y eso fue todo.

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