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Cristian Reino
Barcelona
Lunes, 21 de febrero 2022, 12:30
El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès, pronunció hace una semana una conferencia en Barcelona para conmemorar el primer aniversario de las elecciones del 14 de febrero de 2021, en las que el independentismo superó por primera vez en la historia el 50% de los ... votos. Lo hizo en un contexto de una muy baja participación (53%) y perdiendo más de 700.000 sufragios. Eso sí, entre ERC, Junts y la CUP nunca habían sumado un porcentaje de votos tan alto.
La efeméride, en cambio, fue todo menos una celebración. La CUP ni siquiera acudió al acto para escenificar que la mayoría independentista ha durado muy poco. El presidente de la Generalitat fue investido con los votos de ERC, Junts y la CUP, pero tardó tres meses para ello, en unas duras negociaciones con sus socios postconvergentes, que desde el primer día le quisieron dejar claro que no se lo pondrían fácil. La mayoría secesionista ha sido tan débil que el Govern se ha visto obligado a sacar adelante los Presupuestos gracias a los comunes y ha aprobado la renovación de los principales organismos autonómicos con los socialistas.
Se trata de una geometría variable de facto, aunque no declarada por ninguno de sus protagonistas, ya que ERC y Junts aún mantienen la retórica de la mayoría del 52% y tanto los comunes como los socialistas se sitúan en la oposición. ¿Por qué ha durado tan poco la mayoría independentista? Tan sencillo como que «no existe la unidad» en el movimiento, señalan fuentes de la Generalitat. Cada uno hace la guerra por su cuenta y las «estrategias son diametralmente opuestas», añaden desde el Palau.
Aragonès y ERC apuestan por el diálogo con el Ejecutivo central y por tender la mano en la gobernabilidad nacional. Los republicanos, que invistieron a Sánchez y permitieron que aprobara sus cuentas, no dejan atrás el proyecto independentista pero sí abogan por aparcar la unilateralidad y por llegar a acuerdos.
Los indultos y la reactivación de la mesa de diálogo sobre Cataluña se han producido en el primer año de Aragonès. Junts, en cambio, mantiene la retórica unilateralista, aunque ese relato ha quedado en cuestión después de que Laura Borràs se negara a desobedecer a la Junta Electoral y suspendiera a Pau Juvillà (CUP) como diputado autonómico.
Fuentes republicanas achacan las continuas peleas en el nacionalismo a la división en Junts y a la falta de estrategia y de liderazgo en la formación de Puigdemont. «Borràs, desde la presidencia del Parlament, ejerce de líder de la oposición», cargan desde el entorno de Aragonès. En Junts conviven varias corrientes internas: los pragmáticos, que apostaron por entrar al Govern junto a ERC, y los radicales, liderados por Puigdemont, que insiste en liderar el independentismo desde Waterloo y amenaza con su regreso a Cataluña antes del verano, o Borràs, cuya estrella ascendente se ha apagado con el episodio Juvillà. Los postconvergentes se desmarcaron desde el minuto uno de la mesa de diálogo.
La CUP, por su parte, aboga por celebrar ya un nuevo referéndum unilateral como el del 1-O. En este contexto, el independentismo no ofrece una estrategia compartida, sino que se pregunta si su guerra interna ha tocado fondo.
2023 será clave en el mandato de Aragonès. Habrá elecciones municipales y puede que generales y es el año en que acaba el plazo que el presidente de la Generalitat le ha dado a la mesa de diálogo para que dé frutos considerables. Por ello, el Govern aprieta a Pedro Sánchez para que se mueva ya y pueda haber avances en la próxima reunión de este foro, que en el entorno del presidente de la Generalitat sitúan para antes de Semana Santa.
Aragonès presiona a Sánchez. No tanto con la amenaza de que viene el lobo de la vía unilateral si fracasa la mesa, sino con convertir las votaciones en el Congreso en un campo de minas. «La votación de la reforma laboral fue un aviso», afirman en el Palau de la Generalitat. Y advierten de que el Gobierno tiene proyecto relevantes por delante como la reforma fiscal o la nueva ley de memoria histórica. Esta última, avisan, la lleva en persona el ministro de la Presidencia, Félix Bolaños.
Aragonès necesita avances en la mesa para consolidar su liderazgo y para sacudirse de la presión de Junts y la CUP, que desde el primer día anticiparon el fracaso de la vía dialogada.
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