La implosión catalana
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Cataluña está más cerca de una repetición electoral que de un gobierno de Illa. La tradición asamblearia de Esquerra puede dinamitar el escenario políticoCataluña está más cerca de una repetición electoral en otoño. Este es el escenario más previsible porque la otra alternativa posible, la única, la elección del socialista Salvador Illa como nuevo presidente de la Generalitat con el apoyo de ERC, no es hoy viable. Y este supuesto, hasta ahora al menos, está lejos de cristalizar. El mundo republicano está aún bajo el mazazo de su batacazo en las elecciones autonómicas de mayo y el nuevo varapalo de las europeas. Y todavía tiene que digerir estos reveses que, en una lectura simplificada, atribuye a su estrategia negociadora 'blanda' frente al perfil 'duro' de Junts.
En tiempos de Carod-Rovira como conseller en cap de Pasqual Maragall, la dirección de ERC se encargó de dejar claro que la tradición asamblearia de este partido era una variable que podría convertirse en una verdadera bomba de relojería de cualquier coyuntura de debilidad interna. El malogrado tripartito de izquierdas fue el precedente de un fracaso estrepitoso en las urnas. Y ese recuerdo opera de forma traumática en una parte de la militancia aún con muchos prejuicios derivados del 'procés' y de la espiral frentista e identitaria que lo ha alimentado hasta el paroxismo.
De hecho, hay quienes interpretan el aplazamiento de la asamblea de la federación de ERC de Barcelona por el deseo de participación de la militancia como una señal de movilización en este partido de los detractores a un acuerdo de gobierno municipal con el PSC que preconiza la dirección republicana local.
Estamos ante señales de que en ERC no hay aún madurez interna para respaldar a Illa y dejar sin posibilidades a Carles Puigdemont a repetir los comicios como el candidato del bloque independentista. La amenaza de Junts de estigmatizar a los republicanos por romper la unidad de acción soberanista pesa demasiado. Un alto cargo de ERC que prefiere guardar el anonimato es bien elocuente a este respecto. «Es como si nos invitan a comer lentejas o macarrones, y no nos gustan ninguno de los dos platos y al final decidimos quedarnos sin probar bocado», sostiene.
ERC partía de un escenario que al final ha descarrilado tras la elección de Josep Rull, de Junts, como nuevo presidente del Parlament, al frente de una mesa con mayoría absoluta independentista con ERC y las CUP. Lo que ha cambiado es que ERC pensaba que primero iba a visualizarse la soledad de Puigdemont, al que le prestarían sus votos para quedar bien ante la parroquia nacionalista. Y, en segundo lugar, para evitar unas elecciones anticipadas, votarían a Illa como mal menor.
Este calendario ha saltado por los aires, Illa no tiene aún una mayoría al alcance de la mano y Puigdemont tampoco tiene margen de maniobra, entre otras cosas, porque no quiere correr el riesgo de ser detenido por la Policía ante la inseguridad jurídica que aún le provoca la aplicación de la ley de amnistía.
En estas circunstancias, Rull comenzará a contar ya el plazo legal establecido para convocar elecciones porque ni Illa ni Puigdemont logran suficientes respaldos. Porque la única alternativa a que no se repitan las elecciones es que el candidato socialista obtenga el aval de ERC. Si no es así, la repetición electoral está asegurada porque el PSC no va a sacrificar a Illa. Es una cuestión de principios. Si lo hiciera, los socialistas catalanes saltarían por los aires. Y el PSC es el pulmón del PSOE.
En este contexto hay que entender que el PSOE necesita hacer algún gesto hacia ERC para allanar el camino. Siendo conscientes de que no puede tratarse de un referéndum de autodeterminación –que es lo que reclama ERC– un modelo de financiación singular para Cataluña podría ser la concesión por parte del Gobierno central, aun sabiendo que puede reabrir la caja de Pandora de los agravios territoriales de otras comunidades.
La implosión de la legislatura catalana está servida en bandeja, aunque una repetición supondría una seria amenaza al futuro de ERC, que se encontraría presionada por una convocatoria de fuerte tono plebiscitario en el que los principales ganadores serían Puigdemont e Illa y que supondría un evidente achique de espacios para la formación republicana. El pulso entre Oriol Junqueras y Marta Rovira no cabe duda que explicita la división de este partido y refleja hasta qué punto va a tener las manos atadas a la hora de romper los nudos gordianos que en este momento atrapan la política catalana.
El desenlace catalán podría volver a dirimirse en una repetición en la que Illa partiría como aspirante a revalidar su triunfo e, incluso, a reforzar su victoria. Pero también se corren riesgos. Por ejemplo, que el PSC, Esquerra Republicana y los Comunes no alcanzasen la mayoría absoluta en unos nuevos comicios, que ahora disponen por un solo escaño, lo que restaría capacidad de maniobra a la izquierda que, al menos teóricamente, ahora dispone.
La crisis catalana sería un escenario negativo para la estabilidad de la legislatura de Sánchez. Es su verdadero talón de Aquiles a no ser que a Puigdemont le siga sin interesar la caída del Gobierno de coalición PSOE-Sumar hasta que quede claro su horizonte penal.
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