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No se conoce aún el borrador de Presupuestos que consensúan PSOE y Unidas Podemos en el Gobierno y, más allá de los «tanteos», como apuntan en la Moncloa, la negociación de las cuentas apenas ha comenzado. Pero el enfoque de unos y otros difiere. Mientras ... los socialistas buscan apoyos transversales que rompan el eje izquierda-derecha, el vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, trata de atar al Ejecutivo a la mayoría que permitió la elección de Pedro Sánchez y, sobre todo, rebajar el peso de Inés Arrimadas en la estabilidad de la legislatura.
En esta fase preliminar de la negociación presupuestaria, el entorno de Iglesias insiste en marcar distancias con los liberales. «Ciudadanos –llegó a plantear este lunes la ministra de Igualdad– no está muy interesado en aprobar los Presupuestos, sino en plantear la división del Gobierno». Irene Montero se refirió así en Catalunya Radio al argumento con el que la dirección de Arrimadas justifica su acercamiento al Ejecutivo: limitar el «influjo» de Podemos en las cuentas públicas.
El fin de semana, el vicepresidente segundo ya redujo a «acuerdos puntuales» la posibilidad de pactar con Ciudadanos y puso el foco en la dificultad de consenso con formaciones del «bloque de la derecha». «Creo que es muy difícil con quien gobierna con Vox –reiteró Iglesias en el diario Público–, con quien está blanqueando a la ultraderecha, aunque a algunos les pudiera gustar».
En ese «algunos» entran Pedro Sánchez y los ministros socialistas, que no renuncian a sumar a Ciudadanos a un acuerdo extenso sobre los Presupuestos. El jefe del Ejecutivo se propuso este lunes superar incluso los 176 votos que necesita para atravesar el trámite parlamentario y abogó en TVE por «mirar más allá de los bloques ideológicos».
Sánchez mantiene, de hecho, todos los canales abiertos: con Arrimadas, pero también con las fuerzas políticas que apoyaron su investidura. Algunos de los antiguos socios no han planteado vetos de partida que compliquen al PSOE contactar con Ciudadanos. Es el caso de los nacionalistas vascos, dispuestos a negociar las cuentas si los liberales, señaló su presidente, Andoni Ortuzar, no ponen ninguna «claúsula anti-PNV».
Esquerra, en cambio, que para sentarse hablar ha fijado condiciones de partida, como la convocatoria de la mesa de diálogo sobre Cataluña, sí se desmarca de una fórmula que incluya a los de Arrimadas y advierte incluso sobre el PDeCAT. «Nuestro proyecto es totalmente incompatible con el proyecto de Ciudadanos y nosotros no avalaremos ninuna propuesta de ley o de política pública o de Presupuestos que gire a la derecha. Y, en este caso, el PDeCAT representa un proyecto político de derechas», dio un paso más la portavoz de los republicanos, Marta Vilalta.
La crisis del nacionalismo catalán ha dejado, en todo caso, a Sánchez la posibilidad de cultivar un potencial aliado. En caso de ruptura con Junts per Catalunya en el Congreso, el presidente del Gobierno contempla contactar con los cuatro diputados del PDeCAT para sondear su disposición en la negociación presupuestaria. Hasta ahora la dirección del grupo parlamentario había mantenido posiciones de enorme distanciamiento con el Ejecutivo.
Sánchez se reafirmó, además, en su compromiso de reformar el Código Penal para rebajar el delito de sedición, por el que fueron condenados los líderes del proceso independentista. El Ministerio de Justicia trabaja en su formulación. Arrimadas, mientras tanto, dedujo de este mensaje que el «separatismo quiere negociar los Presupuestos». E insistió: «En los próximos meses, Sánchez tendrá que elegir si quiere una salida moderada a la crisis o una salida de la mano de Iglesias, Rufián y Torra».
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