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La fortuna de la familia Franco en la actualidad se mueve en diversas estimaciones, porque nunca nadie ha podido demostrar la cifra real que atesoran en bienes u otras propiedades, en España y en el extranjero. El escritor y periodista Mariano Sánchez Soler hace un ... repaso en 'Los ricos de Franco' (Rocaeditorial) a este gran interrogante y explica las razones, pasadas y presentes, de tanto ocultismo.
Es imposible cuantificar la fortuna acumulada. Durante cuarenta años de dictadura se hicieron negocios aprovechando el entorno del Palacio del Pardo y la ventaja política del apellido Franco; se crearon sociedades anónimas para gestionar propiedades inmobiliarias, se adquirieron fincas, chalets, se participó en negocios rápidos, recibieron regalos. Cuando murió Franco se habló en la prensa un patrimonio de 1.000 millones de pesetas, otros lo elevan a 10.000 millones.
Es imposible saberlo, en la actualidad siguen faltando documentos, no se puede acceder a documentación oficial por las leyes vigentes en España, secretos oficiales, que haya que esperar 25 años tras la muerte del personaje para poder solicitarlos… Se conocen datos, pero la visión general del franquismo está todavía muy segada. De vez en cuando aparece un documento nuevo que da luz sobre algo que ni siquiera sospechábamos. Por ejemplo, el documento de compraventa de Meirás de 1938 que ha demostrado judicialmente que el contrato de compraventa de 1941 era «una simulación». En cuanto a la cifra de la fortuna, en la mayoría de los casos se trata de estimaciones. Cuatro décadas de poder absoluto e impunidad es mucho tiempo, muchas recepciones oficiales con regalos tasados, muchas compraventas desde el palacio de El Pardo, muchos consejos de administración... Otros 43 años de silencio completan la faena.
Dejaron de ser el centro de la vida política y social española. En mi libro 'Los ricos de Franco' cuento el gran poder político, económico y financiero que se generó dentro del régimen; cómo el poder financiero español actual tiene su origen en la guerra civil y se desarrolló exponencialmente bajo la dictadura, participando en el aparato del régimen como ministros, procuradores, magnates...
Los Koplowitz, Carceller, Aguirre, Oriol, March, los Martín Villa, que tuvieron una relación intensa con Franco, dejaron de lado a la familia para ser altos financieros de la democracia. Abandonados por los suyos, los descendientes del dictador tuvieron que dejar el palacio de El Pardo, que era además un gran centro de tráfico de influencias. Cuando murió Franco su familia, sus secretarios particulares, su entorno más cercano, ocupaba puestos los consejos de administración de 52 empresas, que abarcaban desde la siderurgia, la banca, la inmobiliarias, el turismo… Tras el fallecimiento del dictador perdieron ese brillo, pero siguieron con sus negocios y posesiones.
No se les molestó lo más mínimo. Se quedaron con los documentos oficiales del dictador, que tenía en las fincas y montaron con ellos una fundación. Ningún inspector de Hacienda abrió investigación sobre sus propiedades en el extranjero, sobre los viajes a Laussane (Suiza), por ejemplo, sobre sus negocios. Fue otro de los precios de la Transición, decidieron no tocarlos para no molestar a la extrema derecha, a los franquistas nostálgicos del régimen, recordemos que Carmen Franco y su marido, el marqués de Villaverde, presidieron durante años las concentraciones de la plaza de Oriente, que movilizaba a los franquistas más recalcitrantes. Durante ese periodo pudieron comprar y vender sin problemas; acogerse a las amnistías fiscales… El pazo de Meirás y la exhumación de Franco del Valle de los Caídos, cuatro décadas después de su muerte, son una muestra de esta realidad.
Las propiedades inmobiliarias más emblemáticas fueron «regalos» hechos al dictador como Caudillo, o a su familia directa. El Canto del Pico, en Torrelodones, fue vendido a un hostelero en 1988, años más tarde se despojó de elementos artísticos históricos (como el claustro de la Valldigna) para que dejara de ser «monumento nacional», poder recalificar y remodelarlo para convertirlo en un hotel-restaurante, según el proyecto inicial. Queda el palacio Cornide, en A Coruña, regalado a Franco por el conde de Fenosa (el mismo que promovió el regalo del Pazo de Meirás) mediante una subasta sorprendente en la que pagaron por debajo de su valor tasado. La finca de Valdefuentes se concretó mediante compras de pequeñas fincas y se legalizó mediante una sociedad anónima llamada Explotaciones Valdefuentes, aunque la gente hablaba de ella como «la S.A. de S.E.», la Sociedad Anónima de Su Excelencia.
Meirás estuvo prácticamente abandonado durante décadas. Solo los herederos de Franco tuvieron acceso a ellos, sin que ningún estamento oficial los controlara. Nunca hubo inventario alguno durante 43 años. El edificio sufrió dos incendios de origen polémico, que en 1978 destruyeron, que se sepa, gran número de libros de la biblioteca de Pardo Bazán. Se conoce la procedencia de bienes cuya propiedad está en litigio judicialmente: las estatuas del maestro Mateo y la pila bautismal que reclama Muxía. También ha sido fácil identificar objetos que pertenecieron a Alfonso XII. Ahora Patrimonio Nacional tendrá que identificar y rastrear el origen de los casi 700 objetos artísticos fotografiados e inventariados. En vida, el dictador utilizó los bienes públicos como si fueran privados, su jefe de la Casa Civil era al mismo tiempo el presidente del Patrimonio Nacional. No hubo ningún control durante la transición y tampoco en la democracia consolidada, hasta hoy. La gran pregunta se responde por sí misma.
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