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El PP nunca intentó jugar al misterio. Desde hace días la estrategia que desplegaría Alberto Núñez Feijóo en un debate de investidura que sabía perdido de antemano estaba meridianamente clara. Lo dijo la secretaria general de la formación, Cuca Gamarra, este mismo lunes. «Va a ... explicar lo que haría si tuviera la confianza, pero también lo que no hará para lograr ser presidente del Gobierno». No hubo que esperar ni un minuto para que, desde la tribuna de oradores, el dirigente popular se refiriera este martes a la amnistía para los líderes del 'procés' a la que, según ERC, Pedro Sánchez ya se ha comprometido a cambio de su apoyo para seguir siendo presidente y para que proclamara que es su negativa a asumir esa exigencia del secesionismo lo que le privará de ser el próximo inquilino del Palacio de la Moncloa. «No voy a defender eso. Tengo principios, límites y palabra», dijo.
Feijóo -que en el tiempo transcurrido desde las generales de junio no ha conseguido arañar más apoyos que los de su partido, 137 escaños; Vox, 33; UPN, 1 y Coalición Canaria, insuficientes para lograr la confianza de la Cámara baja - no renunció a presentar un programa de Gobierno llamado a convertirse en papel mojado. Pero más que intentar hacer un retrato del presidente que no será, del gobernante que se pierde España, lo que realmente buscó fue «retratar», en sus propias palabras, a su rival. «Tengo a mi alcance los votos para ser presidente del Gobierno. Pero no acepto pagar el precio que me piden para serlo -insistió tras advertir que la amnistía elimina de un plumazo la igualdad de los españoles - . La honestidad con uno mismo y la responsabilidad con los demás son un valor, aunque haya quien los subestime«
Ese fue el hilo argumental de una intervención de en torno a hora y cuarenta minutos, el mismo tiempo que el actual jefe del Ejecutivo en funciones dedicó a su discurso de investidura en 2020, en la que el líder de la oposición se presentó como un político dialogante y contrario a la política de bloques; en la que deslizó desmarques sutiles respecto a sus socios de la ultraderecha en su visión de lo que significa ser español, en el cuestionamiento del cambio climático y en la lucha contra la violencia de género; y en la que tampoco faltaron apelaciones a los partidos soberanistas, a los que llegó a advertir de que «no será sencillo encontrar en la política nacional presente o pasada otro presidente tan sensible al autonomismo, a la importancia de las lenguas cooficiales y a las particularidades territoriales» como él.
«Creo que debo afirmar ante ustedes que soy un presidente de fiar. Jamás les diré que sí a todo, pero no tengo ninguna duda de que a Cataluña y al País Vasco les vendría bien un presidente del Gobierno que no vaya a engañar a sus ciudadanos. Porque ¿qué les hace pensar que todo lo que hoy se usa para satisfacer sus exigencias no se utilizará contra ustedes cuando ya no les necesiten? -cuestionó- Háganme caso. Un Estado garantista es mejor hasta para ustedes».
En su advertencia hubo además un mensaje específico para el PNV, la formación a la que con más ahínco, y en balde, ha tratado de convencer para que le respalde, y para el Junts de Carles Puigdemont. De ambas fuerzas les separa lo identitario pero con ambas tiene coincidencias ideológicas, especialmente, en el ámbito económico. «A mí no me han votado para entregarles la autodeterminación o la amnistía. ¿Les han votado a ustedes para que se aplique la política económica de Podemos? ¿En serio?», les interpeló.
Si algo ha intentado el PSOE en las últimas semanas es vincular la incapacidad de Alberto Feijóo de hacer realidad el sueño de volver a situar al PP al frente del Gobierno con la erosión de su liderazgo interno. Ese también era un mensaje que todo el partido se confabuló hoy para combatir y, no por causalidad, el presidente del PP comenzó su intervención saludando a todos los miembros de su formación con poder institucional presentes en la tribuna de invitados, el presidente del Senado, Pedro Rollán; el alcalde de Madrid, José Luis Martínez Almeida, o hasta doce de sus trece presidentes autonómicos, desde la madrileña Isabel Díaz Ayuso al andaluz Juanma Moreno.
Bajo la mirada y el apoyo explícito, al menos de momento, de los suyos, Feijóo argumentó que los problemas que tiene el país poco tienen que ver con la amnistía y la autodeterminación e incluso trató de hacer saltar por los aires una de las premisas con las que el PSOE ha intentado justificar su disposición hablar de amnistía, la de que ha sido la política de «reconciliación» desarrollada la pasada legislatura por Sánchez, los indultos, la derogación del delito delito de sedición -que el líder del PP prometió reintroducir en el Código Penal como delito de deslealtad institucional- o la rebaja de la malversación -que también prometió revertir- lo que ha permitido que Cataluña esté hoy mejor que en 2017.
«El independentismo, pese a tener menos votos, se arroga la mayor influencia de la historia, porque los constitucionalistas hemos estado más desunidos que nunca. Sí, es verdad que hay menos protestas, pero ¿para qué se va a movilizar si obtiene de ustedes todo lo que quiere sin levantarse del sofá? -afeó- ¿para qué va a salir a la calle si hasta, vicepresidenta mediante, van a buscarlas a su casa, por lejos que esté, a rendirle honores?»
También aprovechó para meter el dedo en el ojo a Sánchez apelando a los históricos socialistas, desde Felipe González y Alfonso Guerra a Ramón Jáuregui o Joaquín Almunia, que este mes de septiembre han alertado contra los riesgos de dar a Puigdemont lo que reclama. «Aquellos que claman contra la deriva actual de su partido no son nostálgicos de un tiempo perdido para siempre. No idealizan el pasado, sino que se sienten orgullosos de la Transición y de la democracia que construimos entre todos», dijo.
Como defensor y, de algún modo, continuador del espíritu de la Transición trató precisamente de dibujarse. Feijóo, que en la legislatura pasada rompió el pacto prácticamente sellado para renovar con el PSOE el Consejo General del Poder Judicial cuando supo que Sánchez derogaría la sedición, defendió que el entendimiento entre los dos grandes partidos es necesario en materias de Estado como la Justicia o la Educación y reiteró los mismas seis propuestas de pacto que ya llevó al jefe del Ejecutivo en funciones en su última reunión.
Uno y otro saben, en todo caso, que no hay margen para el acuerdo. Feijóo supeditó, de hecho, el acuerdo para la renovación del CGPJ -cuyo bloqueo ya ha provocado 83 vacantes en la cúpula judicial, 23 de ellas en el Supremo- a la aprobación paralela de un cambio en el sistema de nombramiento que los socialistas siempre han rechazado y que la Comisión Europea ve necesaria pero postergable.
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