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Las cuatro semanas que quedan para que Alberto Núñez Feijóo coja el timón del PP le servirán para ir despejando algunas de las incógnitas con las que aterrizará su proyecto en Madrid. Una de las más significativas es cómo afrontará la relación con Vox, un ... partido que no tiene representación en las instituciones gallegas, pero que en la arena nacional resulta del todo ineludible para el PP. Sobre todo, con una negociación abierta en Castilla y León, en la que Alfonso Fernández Mañueco, salvo pirueta de última hora, necesita a los de Santiago Abascal para retener el poder autonómico. «El PP no es Vox», insistió el líder gallego, una frase que repite desde hace días como un mantra.
Feijóo ha sido siempre uno de los barones más reacios a los acuerdos con la extrema derecha y pretende seguir siéndolo. Sin embargo, lo que suceda en Castilla y León puede sentar un precedente para la política de pactos del nuevo PP que salga del congreso de Sevilla. Hasta ahora la dirección nacional había marcado como línea roja un acuerdo de gobierno con Vox en esta comunidad. El líder gallego ha dejado cualquier decisión al respecto en manos de Fernández Mañueco. «Tiene la responsabilidad de pensar lo que tiene que hacer, y después de pensarlo –recalcó– hacerlo».
Feijóo mantiene la ambigüedad sobre si su homólogo castellanoleonés debe abrir la puerta del Gobierno a Vox para evitar en la medida de lo posible que cualquier acuerdo en la comunidad le pase factura en su desembarco en la planta séptima de Génova 13. Para el todavía presidente de la Xunta, el objetivo no es pactar, «sino recuperar el voto de los que votan a Vox» y hacerlo con unas ideas muy claras: respeto a la Constitución, respeto al Estado de las autonomías, no renunciar a sus compromisos en materia de igualdad, y un compromiso con la Unión Europea y con la OTAN.
La primera prueba de fuego llegará este jueves, cuando se celebra la sesión constitutiva de la nueva Cámara autonómica sin que, de momento, haya acuerdo sobre la composición de la Mesa. Los de Abascal reclaman la presidencia de las Cortes, la misma representación que obtuvo Ciudadanos en 2019. Fernández Mañueco ignoró la petición de Vox y anunció el pasado lunes que el PP presentaría su propio candidato. «O tiene un pacto con el PSOE o ha renunciado a ser presidente», aseguró el líder ultraderechista, Juan García-Gallardo, dando a entender que su formación no apoyará la investidura delcandidato que presenten los populares.
A juicio de Feijóo, las fuerzas con representación en Castilla y León deberían dejar gobernar al barón popular porque «tiene el poder que le han dado las urnas». «Es el único que pueder ser presidente», zanjó.
El líder gallego comenzará este viernes una gira de diez días por todas las comunidades para explicar su proyecto ante las bases, en la que se presentará como pegamento de un partido dividido después de la «enorme tensión» que suscitó la guerra sin cuartel entre Isabel Díaz Ayuso y Pablo Casado. «Ante una hemorragia de esta naturaleza –justificó–, o nos estabilizábamos o nos perdíamos».
Feijóo marcó ayer distancias en Antena 3 con la dirección saliente y acusó a Casado de no haber sido capaz de «unir» al partido tras el congreso de 2018, forzado por el «trauma» de la moción de censura contra Mariano Rajoy. En su opinión, lo óptimo entonces hubiese sido abrir un periodo de «reflexión» en lugar de llevar al PP a unas primarias de las que el partido, aseguró, no llegó nunca a recuperarse.
Alberto Núñez Feijóo presentará este martes o miércoles los avales para convertirse en candidato a liderar el PP nacional. Su prácticamente segura elección en el congreso de Sevilla del 1 y 2 de abril –todo apunta a que por aclamación– supondrá que asumirá las riendas del principal partido de la oposición mientras mantiene la jefatura en la Xunta de Galicia. Dos cargos que compatibilizará, al menos, hasta mayo. Será entonces cuando tome la decisión sobre su traslado definitivo a Madrid. Pueden ser «semanas o meses».
Feijóo considera que ambos cargos pueden compatibilizarse «mucho tiempo». «Lo que es bueno para Galicia –dijo– no debería ser malo para España». Sin embargo, no lo hará. Dejará el cargo institucional para volcarse «con dedicación completa» al partido. Una decisión que no comparte la oposición en Galicia que ha reclamado ya su dimisión y la convocatoria de elecciones anticipadas.
Feijóo deja su futuro abierto. No despeja la duda de si será senador, aunque cree que es una posibilidad, y no considera una rémora no ser diputado porque el Congreso, en su opinión, dista mucho del que había antes. Tampoco ha querido dar pistas sobre su equipo pero sí desveló ayer que más que en personas está pensando en dirigentes con «experiencia», «formación» y «vocación de servicio público».
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