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Barcelona
Viernes, 19 de marzo 2021, 18:13
Esquerra Republicana cumplió este viernes 90 años y por primera vez desde 1980 está en disposición de que uno de sus dirigentes, Pere Aragonès, sea investido presidente de la Generalitat. Será el cuarto presidente catalán de ERC que toma posesión como jefe del Ejecutivo ... en el Palau de la Generalitat, el quinto teniendo en cuenta a Josep Irla, presidente en el exilio (1940-54).
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El peso de la historia recae sobre los hombros de Pere Aragonès, quien al nacer gobernaba Jordi Pujol y quien tiene aún una semana para convencer a Junts y a la CUP para que desencallen las negociaciones y faciliten su investidura. Con el regreso de ERC a la Presidencia de la Generalitat, todos los viejos rockeros de la política española estarán en el poder al mismo tiempo: el PSOE (fundado en 1879) y el PCE, de 1921 (a través de Unidas Podemos), gobiernan en la Moncloa y el PNV (1895) mantiene la Lehendakaritza.
«El éxito de ERC ha consistido en radicalizar estos últimos años a Convergència para acabar derrotándola», afirma Joaquim Coll, historiador. Según señala Manel Lucas, historiador y autor del libro 'Breve historia de Esquerra' (Catarata), la clave de que 90 años después, Esquerra esté a las puertas del Palau reside en su propia definición ideológica, con dos almas, una de izquierda y otra independentista. El «balanceo» entre una y otra le ha permitido sortear los malos tiempos. A pesar de que a la muerte de Franco estuvo a punto de desaparecer, asegura Lucas.
Aragonès y Junqueras siempre reivindican el legado de Macià y Companys, los dos presidentes de la Generalitat de ERC durante la Segunda República. El primero declaró en 1931 la «República Catalana dentro de una federación de Repúblicas ibéricas», horas antes de que Niceto Alcalá Zamora proclamara la República. Companys, el 6 de octubre de 1934, proclamó el «estado catalán de la República Federal española». Los actuales dirigentes republicanos, en cambio, apenas citan a Josep Tarradellas. Autor del célebre «ja soc aquí» a su regreso del exilio, pactó con Suárez la restitución de la Generalitat en 1977, antes de la aprobación de la Constitución.
«Tarradellas es un traidor para el independentismo», asegura Joaquim Coll. Cuando regresó del exilio para presidir la Generalitat ya no era dirigente de ERC, señala. Era más bien un hombre de Suárez, mantiene. Los republicanos actuales no le reivindican porque ERC «no intervino» en la llamada operación Tarradellas, según señala Manel Lucas.
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De ahí las continuas referencias a los dos mitos del partido, Macià y Companys. Este último, fusilado por el régimen de Franco en 1940 tras ser detenido por la Gestapo en su exilio francés. Lucas, no obstante, cree que no es ajustado comparar los hechos de octubre de 2017 con los de 1934. Lo que hizo Companys, dice, no fue un «alzamiento contra el Estado, sino a favor de la República», mientras que la declaración unilateral de independencia del 27 de octubre de 2017, por la que Oriol Junqueras cumple una pena de cárcel de trece años sí fue contra el Estado.
La incógnita es cuáles serán las referencias de Aragonès en su acción de gobierno, si las proclamaciones de Macià, Companys y de Junqueras, como vicepresidente, o la transversalidad de Tarradellas, que lideró el primer Ejecutivo autonómico desde la recuperación de la democracia y que abandonó la política después de la aprobación del Estatuto y la celebración de las primeras elecciones autonómicas.
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«Aragonès no tiene talla política, es un gestor», afirma Coll. Está por ver, dice, si es capaz de tener autonomía respecto a Oriol Junqueras, el líder actual de ERC, que a su juicio, quiere volver a la primera línea en cuanto sea indultado. Joaquim Coll niega que la actual Esquerra se haya ablandado. «No es moderada, es pragmática», afirma. Y aunque su apuesta va para largo, está convencido de que en cuanto los republicanos sean hegemónicos dentro del secesionismo y ganen posiciones en el área metropolitana de Barcelona plantearán otro desafío. Si bien, cree que a corto plazo no habrá nuevos embates como el referéndum antes de 2025 que reclama la CUP para pactar la investidura.
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