Ensayo de pactos Gobierno-PP: naufragio al primer intento

La primera reunión entre Sánchez y Feijóo después de que el dirigente gallego tomara las riendas del PP ya evidenció lo trabados que siguen estando los pactos de Estado entre los dos principales partidos del país, por mucho que el tono entre ambos líderes se ajuste más a la cortesía institucional. Siempre estuvo difícil que el Gobierno empastara su plan anticrisis con la contrapropuesta, exigente en la rebaja fiscal, que el jefe de filas de los populares envió el viernes pasado al presidente sin el membrete de Génova para dar a entender que lo hacía intentado encarnar a más ciudadanos que los que le votan. Pero que el PP acabara absteniéndose por un doble interés -el de los hogares españoles beneficiados por las ayudas contra la inflación y el de erigirse en 'factótum' de la legislatura obligando a Sánchez a apoyarse en la oposición- se ha mantenido vivo hasta esta mañana. Los populares han interpretado el voto favorable de Bildu como la constatación de por quién opta Sánchez en sus alianzas. Si ya estaba difícil, el entendimiento Gobierno-PP se encuentra a estas horas estancado en el campamento base. O algunas cordadas más abajo.

Decreto anticrisis

Bildu salva el decreto anticrisis del Gobierno

Paula De las Heras

Esquerra se distancia del Gobierno con el no al decreto

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La 'vía Bildu' permite preservar la legislatura de Sánchez dejando constancia, con su 'no', de la indignación de Esquerra por el espionaje que el independentismo y Podemos atribuyen, con mayor o menor intensidad, al CNI comandado por la ministra de Defensa, Margarita Robles. «Ningún coste» en términos internos y en su entente con ERC, zanjan fuentes de la coalición de Otegi, que ante la pregunta de cómo se concilia el auxilio al mismo Gobierno al que acusan de espiarlos objetan: «Peores cosas nos han hecho», en alusión al Estado. El aval de EH Bildu al decreto anticrisis permite al independentismo mantener a Sánchez de interlocutor. Pero el episodio radicaliza el contexto catalán que se había apaciguado, aunque fuera por las cuitas de la pandemia, y que había empezado a alumbrar pactos entre el soberanismo y el PSC cortocircuitados en lo más crudo del 'procés'. La crisis del espionaje resulta demasiado turbia, demasiado indigesta para sus bases, como para que Aragonès, Rufián y los suyos pudieran permitirse lanzar un chaleco salvavidas hoy al Gobierno. El resultado inmediato es que la distancia entre Madrid y Barcelona, entre el Gobierno y el Govern, entre el PSOE y Esquerra, se alfombra de cristales rotos. Habrá que ver si la escoba de la conveniencia política es capaz de barrerlos, espionaje incluido.