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Xabier garmendia
Madrid
Domingo, 6 de marzo 2022
«Nos van a querer poner en contradicción con Yolanda Díaz y no lo van a lograr», auguraba Juan Carlos Monedero, cofundador de Podemos, el pasado octubre. «Las diferentes sensibilidades se han expresado públicamente, mentiría si las negase», le acababa refutando Pablo Echenique, portavoz en ... el Congreso, este viernes. Entre medias, la vicepresidenta y la formación morada aireaban sin disimulo sus desavenencias. La respuesta a la invasión rusa de Ucrania ha precipitado el mayor encontronazo hasta la fecha y ha evidenciado de paso los frágiles equilibrios que sustentan su relación de interés mutuo.
El enfrentamiento por el envío directo de armas a la resistencia ucraniana resulta paradigmático porque va mucho más allá del mero posicionamiento respecto al conflicto bélico. Detrás se esconden los movimientos de una y otra parte ante el ciclo electoral que culminará el año que viene, primero con las municipales y autonómicas, y después con las generales. Las esperanzas a ambos lados están puestas en el «frente amplio» de Díaz: en Podemos lo ven como la tabla de salvación frente a su sangría electoral; y la vicepresidenta, pese a renegar de las siglas, asume que el sustento de una organización estructurada es vital para todo proyecto.
Yolanda Díaz - Vicepresidenta del Gobierno. «El Gobierno está más unido y coordinado que nunca, habla con una sola voz, que explicita el presidente»
Ione Belarra - Ministra y líder de Podemos. «El envío de armas es un error, es ineficaz y es una medida que no será suficiente para cambiar la correlación de fuerzas»
Pero mientras miran al futuro, deben gestionar el presente. Y es ahí, en el día a día en el Gobierno, donde los equilibrios se hacen todavía más difíciles. La estrategia de «poli buena, poli mala», tal y como un dirigente morado describe la técnica empleada por Yolanda Díaz y Ione Belarra, parecía engrasada hasta que la rectificación de Pedro Sánchez sobre la entrega de armamento la puso en serios apuros. La vicepresidenta se veía abocada a cerrar filas con el mandatario socialista para «reforzar su perfil presidencialista», mientras la secretaria general de Podemos «no se podía permitir» un cambio de criterio que le alejara un ápice de las posiciones antimilitaristas que el partido lleva en su ADN.
Aunque se esfuerzan en minimizar la división interna, en el seno de la formación morada tampoco ocultan que la actitud de Díaz a veces termina por exasperarles. Apuntan, sobre todo, al ritmo flemático que la ministra de Trabajo está imprimiendo a la gestación de su plataforma. Lo último conocido es que ahora se prepara para seis meses de «escucha», proceso que iniciará en primavera y que aún permanece en una nebulosa tanto para la opinión pública como para sus socios de Podemos. Y es precisamente a esa lentitud a la que achacan en gran parte su extrema prudencia a la hora de enfrentarse al PSOE tanto en la gestión del desafío ruso como en otras parcelas delicadas.
«No quiere mancharse», sintetizan en el partido, donde en todo caso respetan su papel. Pese a que Díaz ha amagado en varias ocasiones con apartarse de la carrera presidencial si percibe «ruido» a su alrededor, en Podemos dan por hecho que la legislatura continuará por los derroteros previstos y que, pese a los roces internos que se puedan seguir dando, por pura necesidad lograrán mantener el equilibrio en la intrincada bicefalia con Belarra. ¿Se puede aguantar así durante casi dos años más hasta las elecciones? «Nos llevan preguntando lo mismo sobre el Gobierno de coalición con el PSOE desde hace dos años. Y ahí seguimos».
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