En pleno choque entre su medido posicionamiento sobre la polémica en torno a la ley del 'solo sí es sí' y las arremetidas de Pablo Iglesias y dirigentes de Podemos por no salir en defensa expresa de la ministra de Igualdad, Irene Montero, Yolanda Díaz ... ha imprimido un giro inesperado a la presentación hoy en Valencia de Sumar, el proyecto político que ha vuelto a calificar de «imparable» para «transformar el país» en la próxima década. La vicepresidenta segunda del Gobierno no ha eludido los durísimos reproches lanzados por Iglesias la víspera, cuando calificó de «miserable» la actitud de «ponerse de perfil» en la controversia por la rebaja de penas que atribuyó implícitamente a Díaz. Pero ha respondido a su manera, críptica y sin mencionar tampoco por su nombre a quien le unían, hasta que ella ha decidido caminar por sí sola, la amistad personal y la complicidad política. La también ministra de Trabajo ha incidido en que «el ruido» no solo «distrae», sino que hacerlo «no sirve para el fin de cambiar nuestras vidas», el propósito del que hace bandera en cada acto de Sumar. Pero lo imprevisto ha surgido por otro flanco, desligado de las cuitas domésticas de Unidas Podemos y centrado en la acción del Gobierno al que pertenece: el contundente desmarque del pacto que ultima el ministerio de Economía de Nadia Calviño con las entidades financieras para hacer frente al encarecimiento de los préstamos por la compra de pisos ante el acusado repunte del euríbor.
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Tras remarcar que la vivienda es «un derecho fundamental», cuyo ejercicio real delimita, junto al empleo, el terreno de juego de la desigualdad social, la vicepresidenta segunda ha arremetido contra el acuerdo que sigue negociando la vicepresidenta primera con la banca. Ese derecho a la vivienda «no va», ha lanzado, ni de «propuestas ligeras» ni de que los responsables de las entidades digan «que quieren ayudar a los más vulnerables» ni, mucho menos, de que aspiren a «ensanchar la soga» de los hipotecados planteando ampliar los años de pago de los préstamos a cambio de «moderarse» abaratando las cuotas ahora disparadas. «La banca se está forrando con la subida de los tipos de interés y el euríbor», ha reprobado Díaz, quien ha asegurado, en plural mayestático, que «no aceptamos» esa propuesta. Lo que en la práctica implica censurar los términos en que Calviño está intentando cerrar un pacto con los bancos, que se está evidenciando muy trabajoso, para intentar paliar la presión al alza del euríbor sobre los hogares con rentas más bajas y ajustadas.
La promotora de Sumar ha recordado «el rescate de 75.000 millones» que actuó de salvavidas del sector ante la debacle de 2008 y le ha exigido, ahora que se «está beneficiando» de la estrategia que ha acabado con el dinero barato para tratar de embridar la inflación, que se «ejemplar» mirando por «su pueblo», por «su gente». Lo que debe traducirse, ha requerido, en la decisión de «congelar las hipotecas con carácter retraoctivo». Díaz no ha dejado ahí su crítica contra quienes considera, según se desprende de sus palabras, que están haciendo negocio con la crisis inflacionista derivada en gran medida de la guerra de Ucrania. La ha extendido, de hecho, a las «grandes distribuidoras» de alimentos, sobre cuyos precios «no estamos actuando», en lo que cabe interpretar como otro gesto de disgusto hacia las políticas de sus compañeros socialistas de gabinete; en este caso, el ministro Luis Planas, con el que, al igual que con Calviño, la vicepresidenta política ya ha chocado en ocasiones anteriores. La dirigente gallega intentó, de hecho y sin éxito, un abaratamiento de la cesta de la compra considerado entre contraproducente y difícilmente viable por el Gobierno y el sector. Hoy ha vuelto a la carga, esta vez sin una iniciativa concreta, para constatar que las empresas están viendo incrementados sus beneficios «de manera escandalosa» y advertirles de que «tienen que mojarse por nuestro país». Mientras no lo hagan, ha remachado, se «lo vamos recriminar día a día».
La doble reprimenda a la banca y las distribuidoras, aunque ello lleve consigo el cuestionamiento de la acción del Ejecutivo, ha permitido a Díaz marcar perfil propio en el acto enmarcado en la gira de Sumar tratando de elevarse sobre los ecos de las descalificaciones de Iglesias y de hacerse fuerte a la izquierda del PSOE. La vicepresidenta se ha retrotraído incluso a la reconversión industrial de los 80 bajo el mandato del socialista Felipe González, que ella y sus paisanos gallegos sufrieron en los 80, para confrontar aquella política «de arrase», con mención también sin citarle con nombres y apellidos al exministro Carlos Solchaga, con la «transformación» del sector en clave verde y participativa con los trabajadores que patrocina. Y si estas alusiones le han servido para conectar con el auditorio valenciano y el proyecto de baterías de Sagunto, también ha buscado esa conexión reivindicando una mejor financiación para la comunidad; pie, a su vez, para echar en cara al PP sus bajadas de impuestos.
«Estoy feliz», ha proclamado Díaz al empezar su presentación, desplegando sonrisas frente a una convivencia con Podemos cada vez más agria. La vicepresidenta se ha preguntado en el tramo final por qué a las mujeres «nos resulta tan difícil desarrollar nuestra vida» y ha reclamado que se hable ya de «mujeres de Estado» como se hace con los varones que desempeñan responsabilidades públicas; es una incógnita si la pretensión ha sido enviar otro mensaje a Iglesias -al que ha venido a decir que eso tampoco va de hacer «ruido y jalear» en vez de generar «confianza»- pero ha sonado como una suerte de reivindicación frente a los intentos del fundador de Podemos de acotarle la libertad de maniobra. «Sumar va de disputar la esperanza. Ganar un país para transformarlo», ha clamado justo después de llamar a sus compañeras a «cuidarse» entre ellas y defender que la vida pública se impregne de «ternura». Lo contrario que ella viene recibiendo de quien ejerció de su mentor en el Gobierno.
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