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Sánchez no abrió su paraguas de milagro. El alud de insultos y descalificaciones que recibió de Casado batió su propio récord. A modo de ejemplo, el ganador de las elecciones representa la «ignominia» y, en breve, se encontrará con la oposición que se merece. De ... momento ya se ha demostrado, dijo, que el candidato es un «fraude electoral». Al comienzo de la sesión, Sánchez había advertido a los asustadizos que España no se va a romper, sino que ahora se acaba el bloqueo contra su partido, «un partido español formado por compatriotas». Desgranó algunos de los objetivos acordados con Unidas Podemos, destacando que trabajar por el bien común, defender los servicios públicos, conseguir un empleo digno y acabar con los bloques, será el eje que defenderá el futuro Gobierno, según Sánchez, «como muestra de su patriotismo social».
Mientras la dirección de ERC confirmaba en una reunión de urgencia que mantendría su voto abstencionista, a pesar de que la Junta Electoral Central había cerrado a Oriol Junqueras la puerta de acceso al Parlamento Europeo, Sánchez insistió en que por encima de todo mantendría mantener el diálogo territorial.
Utilizando palabras muy medidas, el candidato indicó que Cataluña no se siente respetada en su personalidad. Por ello, retomar el diálogo sin límites previos en la mesa de negociación, más el respeto al ordenamiento jurídico democrático, podría ser una buena respuesta. Los acuerdos a los que se llegue serán validados por los ciudadanos en Cataluña. Nada que ver con un referéndum unilateral de autodeterminación, pero todo un abismo para quienes no han encontrado otras fórmula para resolver el problema que acudir a los Tribunales de Justicia. Aunque la previsión es hacerlo todo «dentro de la ley», el presidente del PP considera la iniciativa como la madre de todas las desgracias.
En el debate de ayer por la mañana, las cartas quedaron marcadas. Las sonrisitas complacidas de la plana mayor de Vox cuando Sánchez advirtió a Casado que su radicalidad haría engordar los votos de la ultraderecha, consiguieron el efecto deseado. Una advertencia que, tal como está el panorama, no surtirá efecto a corto plazo.
A la espera de que la investidura salga adelante el martes, en la cúpula socialista más de uno pensará que para este gran esfuerzo no se necesitaba tantas alforjas. Con una votación hubiera bastado. En todo caso, España tendrá muy pronto un Gobierno progresista. Con una fórmula que, en algunos aspectos, coincide con Portugal en donde ese tipo de gestión ha funcionado.
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