Fadoua Hassad es la yihadista más buscada por las fuerzas de seguridad españolas. Contra ella ya hay una orden de detención internacional desde que en 2016 la Comisaría General de Información de la Policía conociera que esta mujer, nacida el 15 de agosto de 1982 ... en Marruecos y que durante años residió en Málaga, se había integrado en las estructuras del Daesh.
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El Ministerio del Interior considera a Hassad «una amenaza real para la seguridad pública en Europa». «Su radicalidad y su constante alusión a cometer atentados en España» le llevaron a convertirse en el «objetivo número uno» de las fuerzas de seguridad del Estado ante la posibilidad de su retorno, según explicó hoy el departamento que dirige Juan Ignacio Zoido.
La Policía estrechó el cerco en torno a esta yihadista con la detención hoy en Málaga de su exmarido, el también marroquí de 35 años, Fouad Lalamate, conocido por ser el propietario de una frutería en el barrio de La Trinidad, en el centro de la capital malagueña. La Comisaría General de Información le acusa de un delito de financiación del terrorismo por haber pagado durante años los viajes de su exmujer (ahora convertida en la 'esposa' de un muyahidín) a Siria.
La relación de Hassad con el Estado Islámico comenzó en febrero de 2016 cuando viajó a Turquía para a unirse a un yihadista palestino de 25 años que había conocido por internet y que era un mando intermedio en el «aparato logístico» de Daesh.
La terrorista abandonó a su marido para unirse al Estado Islámico, pero el frutero no solo no se lo reprochó, sino que financió su aventura. En los primeros meses de 2016 llegó a enviar de su propio sueldo 3.000 euros a su exmujer y su nueva pareja para pagar sus movimientos por Europa.
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En julio de 2016, la mujer regresó a Málaga, pero en noviembre de ese año emprendió viaje de vuelta a Turquía, con escala en Italia. Le siguió enviando dinero, hasta 6.000 euros, para conseguir que su exesposa entrara en los territorios controlados por el Daesh. Allí, según Interior, la yihadista llegó «a entrar en combate, algo que se reserva en exclusiva a las mujeres más peligrosas y activas». Además, continuó con sus actividades de «captación remota», contactando con chicas a las que intentó reclutar como esposas de muyahidines.
La Policía, que ha contado en esta operación con la ayuda de Interpol y el CNI, sostiene que Lalamate fue siempre consciente de las actividades de su expareja.
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