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Casi nunca se conocen las razones por las que un presidente del Gobierno prescinde de un ministro, excepto cuando hay de por medio un escándalo o un argumento de peso de dominio público. Una de las raras excepciones fue la de César Antonio Molina, ... ministro de Cultura con José Luis Rodríguez Zapatero, que se quejó con amargura del argumento empleado por el presidente del Gobierno para prescindir en abril de 2009 de sus servicios. «Me dijo -explicaría semanas después- que necesitaba una chica joven y más glamur». Su sustituta fue la guionista y directora de cine Ángeles González-Sinde.
Pedro Sánchez comunicó a Dolores Delgado, Magdalena Valerio, José Guirao y María Luisa Carcedo que no iban a seguir en el Consejo de Ministros, y no han trascendido sus argumentos. Ninguno de los afectados ha abierto la boca y el presidente, tampoco. El de la ministra de Justicia es el relevo que parecía más evidente. Delgado quedó marcada desde los primeros meses de su gestión al trascender el contenido de sus conversaciones con el excomisario José Villarejo, en las que, entre otras perlas, tachaba de «maricón» a su hasta ahora compañero de gabinete Fernando Grande-Marlaska.
Si entonces no dejó el Gobierno fue porque antes habían dimitido Máxim Huerta y Carmen Montón, con lo que podía darse una imagen de desbandada en los primeros meses de andadura. Además la decisión, fuera una dimisión o una destitución, no podía ser rehén de las palabras de un oscuro personaje como Villarejo. Sánchez, de todas maneras y según fuentes de la Moncloa, había estrechado con el paso de los meses su relación con la ya exministra de Justicia por su implicación en el proyecto más allá de los límites de su cartera a pesar de su condición de independiente.
La salida de Valerio tiene más que ver con la entrada de Podemos en el Gobierno y su exigencia irrenunciable de asumir la cartera de Trabajo, y el nuevo rumbo que pretende dar Sánchez a la gestión de la Seguridad Social y al futuro de las pensiones. Ha colocado al frente de ese negociado a José Luis Escrivá y su cohabitación con Valerio hubiera sido muy difícil.
Guirao y Carcedo eran dos de los ministros menos conocidos del Gobierno, y con una gestión anodina para bien y para mal. Claro que dentro de estos mismos parámetros de valoración se movía la titular de Industria, Reyes Maroto, y seguirá en el próximo Ejecutivo. Un elemento que puede ayudar a explicar la diferencia de criterio es que Guirao y Carcedo no fueron del equipo fundacional. Ambos no formaron parte de las primeras opciones de Sánchez para Cultura y Sanidad, y si consiguieron las carteras fue por las dimisiones de Huerta y Montón.
La fidelidad al líder tampoco ha demostrado ser un aval definitivo. Carcedo y Valerio son 'sanchistas' de la primera hora, cuando muy pocos dirigentes del PSOE, apostaban por él frente a la poderosa maquinaria de Susana Díaz. La exministra de Sanidad fue un puntal para que ganara las primarias en Asturias, y la extitular de Trabajo chocó con el presidente castellano-manchego, Emiliano García-Page, un ferviente 'susanista'.
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