A finales del mes de septiembre del pasado año Pedro Sánchez se lanzó a afirmar que el proceso independentista en Cataluña había fracasado. Incluso desveló que los propios independentistas lo reconocen en privado. Les instó a admitir su fracaso y a no cometer otra vez ... el error de lanzar un proyecto político basado en «falacias y mentiras» donde hay un conflicto de convivencia en la sociedad catalana y no con España. Pero eso era antes de que las urnas arrojasen un resultado que permitía su investidura con el concurso de las fuerzas independentistas y los partidarios del referéndum de autodeterminación. A partir de ese momento el diagnóstico de Sánchez ha variado y sugiere una fórmula cuyos términos constituyen una gran incógnita más allá de reconocer la existencia de un conflicto político, la formación de una mesa de negociación y la «desjudicialización del procés».
Publicidad
Admitiendo que el presidente Sánchez tenga claves desconocidas sobre las entrañas del independentismo en Cataluña y efectivamente estemos ante su fracaso, lo cierto es que los portavoces de ERC, Junts, Torra, Puigdemont de una forma machacona y solemne repiten que, lejos de reconocer su error, «lo volverán a hacer». Y la sociedad española y catalana ya conocen la capacidad de 'tsunamis' y demás órganos de agitación y propaganda para desestabilizar el conjunto del país. Para llevar a cabo su presunto objetivo de frenar la vuelta al proceso unilateral, Sánchez parece disponer de dos cartas. Por un lado, un mix de ofertas basado en las viejas declaraciones socialistas de Granada, Barcelona y Pedralbes. Y, por otro, facilitar a Esquerra Republicana de Cataluña un futuro gobierno tripartito en Cataluña con el PSC y Podemos. La primera opción, si no hay bruscos giros en los próximos meses, supondría fórmulas de tipo federalista asimétrico que los soberanistas hace tiempo que descartaron como estériles. La segunda tendría como primer objetivo consagrar a Esquerra como el partido líder del independentismo arrinconando a la antigua Convergencia, hoy JxC.
La gran baza de los compañeros de Junqueras y Rufián es que de ellos dependerá la estabilidad del gobierno con una precaria mayoría parlamentaria y que tendrán en sus manos al inquilino de la Moncloa. Ese poderosísimo instrumento independentista a lo largo de la legislatura puede empujar a los socialistas a cruzar líneas rojas que, en el momento de la investidura y la negociación de su abstención, no tenía prevista. Eso es lo que empaña de inquietud y desasosiego a los que apuestan por mantener la unidad constitucional. Lo que, sin embargo, parece que se perfila con el pacto para apoyar la investidura de Sánchez es que los independentistas están convencidos de poder burlar la acción judicial y saltarse las reglas que obligan a una comunidad a respetar la educación no doctrinal o el bilingüismo oficial entre otras barreras. La salida que se perfila para el conflicto planteado por el desafío soberanista es una bruma, pero de lo que no cabe ninguna duda es que todo el espectro autodeterminista ha encontrado una oportunidad para ir subiendo escalones en su carrera para llegar a la meta republicana.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
La bodega del siglo XIV que elabora vino de 20 años y el primer vermut de Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.