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Si la sesión de investidura ofrece información sobre el posible desarrollo de la legislatura, no creo que sea exagerado afirmar que ni el PP, ni Vox ni Ciudadanos le van a dar un minuto de paz al Gobierno de Sánchez. Históricamente el PP acostumbra a ... hacer oposiciones duras a los gobiernos socialistas. Ocurrió en los últimos años de los gobiernos de Felipe González, particularmente en la última legislatura (1993-96), calificada como la de la crispación. Pasó con los Gobiernos de José Luis Rodríguez Zapatero, al que se estigmatizó y al que convocaron reiteradas manifestaciones, y ha ocurrido con los intermitentes gobiernos de Sánchez al que el presidente del PP ha dedicado epítetos concatenados como felón, indigno o inconstitucional. Proclamado ya como presidente Pedro Sánchez, es más que probable que el PP no solo no le dé ni siquiera los cien días de cortesía. Ha empezado a atacarle desde antes de que fuera proclamado. Podemos hacernos una idea del calibre a los ataques que incluyen descalificaciones al compararlo con sus antecesores.
Hay, de todas formas, elementos nuevos para la oposición. Nunca antes ha habido un gobierno de coalición con comunistas y nunca antes la tensión nacionalista en Cataluña había llegado a semejante punto de ebullición. Sánchez va a ser presidente gracias a los que hasta ayer eran antisistema y, sobre todo, con el apoyo de un partido, ERC, independentista, que quiere pegar una patada al tablero constitucional y que se puede colocar en situación de chantaje respecto de los socialistas.
Estos dos ingredientes, dependencia de comunistas e independentistas, van a ser determinantes en la tarea de oposición del PP al Gobierno de Sánchez. Por si fueran pocas debilidades, resulta que Sánchez cuenta con el apoyo de un partido que no ha condenado la violencia terrorista, que ni siquiera ha dicho que fue injusta, y que enarbola un discurso justificativo de forma retrospectiva de la necesidad de la banda. Con estos mimbres el PP hará su oposición a Sánchez.
Hay además otro elemento novedoso, la existencia de Vox, un partido que ha crecido en buena medida de manera directamente proporcional a los desatinos de los nacionalistas catalanes y la puesta en cuestión de España y sus sistema constitucional. Vox va a hacer también una oposición muy dura pero, sobre todo, va a obligar al PP, ya lo está haciendo, a actuar de manera radicalmente redoblada, porque en la oposición se juega otro debate: si la alternativa de gobierno a los socialistas serán los del PP o los de Abascal. Corre el riesgo el PP de abusar del trazo grueso, lo que podría llevar a sus electores a irse con Vox, que acuñó con éxito la expresión «derechita cobarde», para referirse al PP de Rajoy. PP y Vox coinciden en que la legislatura acabe cuanto antes.
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