Aznar aconseja a Casado ejercer la oposición al Gobierno sin pensar en Vox

Son varios los cargos del PP que entienden que la dirección del partido no ha dado con el punto de equilibrio para ejercer esa función. En las organizaciones territoriales abundan las voces que atribuyen a un miedo escénico a Vox, no sólo la dureza en las formas, sino la defensa de posiciones políticas que consideran ajenas a su propio programa, como es el caso del control parental de algunos contenidos educativos. Esta controversia incomodó a fuentes del partido, que no dejan de advertir sobre los efectos perjudiciales de perder el terreno de la centralidad y la «moderación».

No está claro, sin embargo, que unos y otros entiendan este último concepto de la misma manera. «La moderación –defendió hoy Casado– es en el tono, no en el fondo. No hay cosa más radical que asumir los postulados fracasados que empobrezcan un país y coarten nuestras libertades. Ese apaciguamiento, además de cómplice, es letal para el futuro de nuestras sociedades». En ese mismo hilo argumental, reivindicó dar «la batalla de las ideas» y atribuyó a la izquierda el deseo de una oposición «adocenada», con una «camisa de fuerzas y una mordaza». «No vaya a ser que crispes», censuró.

Las posiciones más críticas, sin embargo, detectan una «tendencia» a llevar el discurso «al extremo» cuando consideran «sobrados» los asuntos para ejercer la oposición al Gobierno. Esas fuentes recuerdan que aún hay base electoral que resiste tanto en Ciudadanos como en la abstención e, incluso, en el PSOE, y creen que el PP tiene la oportunidad de construir una alternativa que conecte con una «mayoría» asentada en el «centro». Argumentan, además, que la expectativa de crecimiento al final de la legislatura puede arrastrar también voto de Vox.

Discrepan en el cómo. Pero todos coinciden en que el objetivo del PP es minimizar los efectos electorales de la fragmentación. «Mi principal función es unir el centro derecha», sostuvo Casado, que cree haberse «comportado como un amigo» con Ciudadanos y Vox para favorecer la suma de fuerzas, aunque ambos partidos tratan de salvar su perfil propio y los de Abascal aspiran a dar la batalla.

También Aznar convocó a los líderes de Ciudadanos y Vox con el argumento de combatir un supuesto «cambio de régimen», que es lo que, a su juicio, persigue el Gobierno y que consistiría en que «el centro derecha no pueda gobernar». Recuperó incluso la proclamación de la Segunda República para advertir de que las transformaciones pueden llegar sin «procedimiento de reforma», sin tocar la Constitución. La tesis la comparte Casado, que sostuvo que las «democracias mueren» cuando se superan preceptos no escritos y aludió al nombramiento de la fiscal general del Estado. El expresidente llegó incluso a dibujar un panorama en el que el PP sería prácticamente el único partido «constitucional». El PP y «poco más».

La sintonía política y personal entre los dos quedó de manifiesto. «Es la voz que yo sigo», proclamó Aznar. «Él es –añadió– mi jefe político».