Nunca antes en la historia de la democracia un Jefe del Estado Mayor de la Defensa había sido tan mediático como lo ha sido durante el último año Miguel Ángel Villarroya. Con su uniforme azul de aviador, el general de división, omnipresente en ... las pantallas de todo el país día tras día durante los momentos más duros del confinamiento de marzo y abril, hizo que los españoles por fin supieran que significaba el acrónimo JEMAD.
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Villarroya (Tarragona, 1963) acompañado todos los días por Fernando Simón y los máximos responsables de la Policía Nacional y de la Guardia Civil, trató de convertir con sus arengas desde el atril de Moncloa a los ciudadanos de a pie en una suerte de 'soldados contra el virus'.
«En esta guerra irregular y rara que nos ha tocado vivir o luchar, todos somos soldados»; «hoy es viernes en el calendario, pero en estos tiempos de guerra o crisis, todos los días son lunes»; «me van a permitir que aproveche mis 40 años de servicio en este marco de una contienda bélica sin armas para ofrecerles algunos consejos en base a los valores militares: disciplina y espíritu de sacrificio. Esto nos va a venir muy bien en estos días» son algunas de sus frases.
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MATEO bALÍN | mELCHOR sÁIZ-pARDO
La idea del Gobierno era que los discursos de Villarroya, con la excusa de desgranar las bondades de la 'operación Balmis' de los militares en apoyo a la lucha contra el virus, sirvieran para mantener 'alta la moral' en el país. Pero lo cierto es que sus sermones cuarteleros no siempre fueron bien entendidos en unas circunstancias tan complicadas y el 25 de abril del pasado año Presidencia del Gobierno finalmente decidió prescindir de los servicios mediáticos del JEMAD y de sus dos acompañantes uniformados en las ruedas de prensa de Moncloa: el director adjunto operativo (DAO) de la Policía Nacional, José Ángel González, y el general del Estado Mayor de la Guardia Civil, José Manuel Santiago. Tanto González, por revelar sin querer que la Policía llevaba semanas sin poder comprar mascarillas, como Santiago, por aquel comentario de que el Gobierno había ordenado perseguir informaciones que les eran perjudiciales, acabaron mal tras su paso por las ruedas de prensa. Sin embargo, la imagen de Villarroya, a pesar de sus arengas, salió reforzada de aquella aventura de sobreexposición mediática hasta ahora.
Tras desaparecer de las televisiones, el general se convirtió poco menos que en un mito en los cuarteles, donde casi por primera vez la tropa sabía reconocer el rostro del hombre más poderoso de los ejércitos después del Rey y la ministra. Su buen trato y su hasta ahora impoluta hoja de servicios le valió ganarse la confianza de Margarita Robles, a pesar de que Villarroya fue nombrado en 2017 hombre de confianza de la ministra Dolores de Cospedal en la dirección del gabinete técnico de Defensa. La misma Robles no tuvo ningún problema en nombrarle JEMAD en enero de 2020 pese a su procedencia. Incluso el viernes, tras conocer el plan de vacunación en el Estado Mayor, valoró su «rigor» y buen hacer en este tiempo.
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Genio y figura, el general acumula una dilatada carrera desde que se incorporó a su primer destino en 1981. En los ochenta ascendió a capitán y comandante en el ALA 31 de Zaragoza; en 1996 fue destinado al Mando Operativo Aéreo; luego se fue como teniente coronel al 45 Grupo de Fuerzas Aéreas de Torrejón, que dirigió en 2005; pasó de coronel a general en 2011 y, tras dirigir el Mando Aéreo de Canarias, entró en 2017 en la dirección del gabinete técnico de Defensa.
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