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La policía describe una agresión «inopinada y extremadamente violenta» mediante un «fuerte golpe con el puño derecho, de trayectoria circular», al rostro de la víctima. El juez lo resume en un «gancho propio del boxeo» que dejó noqueado a Rafael Santa-Cruz y Carrillo de ... Albornoz (58 años). Después de tres días de idas y venidas a urgencias, murió en la UCI. El presunto autor del puñetazo, un joven de 29 años, está en prisión por estos hechos.
Lo primero que hay que saber de la historia es que Rafael Santa-Cruz era padre de un joven de 22 años y de dos chicas de 24 y 26. También era hijo, hermano y amigo. Y profesional de éxito. Fundó un estudio de arquitectura, Santa-Cruz & Asociados, que da de comer a una veintena de personas y desde el que participó, entre otros muchos proyectos, en la reforma del PGOU de Málaga.
Como es costumbre, casi un tópico, hablar bien del que muere, puede que sea mejor definirlo por sus actos. Sobre todo por el último. Rafael Santa-Cruz donó sus órganos, como él siempre había querido. Salvar, tras su muerte, el mayor número de vidas posible.
La tarde del miércoles 12 de abril, Rafael estuvo almorzando con un par de amigos con los que también comparte profesión. Comieron en el restaurante Chinitas y estuvieron de sobremesa hasta las seis de la tarde. A esa hora, uno de los comensales se despidió y se fue a casa. Rafael Santa-Cruz y el otro amigo, que es un constructor granadino, decidieron tomarse una copa a un bar del Centro.
Fueron al The Museum Irish Pub, una taberna irlandesa situada en el número 6 de la calle Convalecientes. Rafael Santa-Cruz pidió una copa de vino blanco -no acostumbraba a beber licores de alta graduación- y su amigo, un gin tonic. A esas alturas de la tarde, los dos iban bebidos.
El amigo de Rafael se quedó conversando con una camarera y con su novio, que resultaron ser de Granada, como él. Mientras, el arquitecto se dirigió al fondo del local, donde unos jóvenes que habían llegado exactamente 14 minutos antes que ellos jugaban unas partidas al billar. El grupo lo formaban tres chicos y dos chicas.
La tarde parecía transcurrir con normalidad. Las cámaras de seguridad del establecimiento captaron cómo Rafael y su amigo conversaban de forma distendida, incluso «amigable» -según la policía- con el grupo de jóvenes. Hasta jugaron una partida juntos al billar sin que se apreciara problema alguno entre ellos, añaden los agentes en su informe.
Todo se torció a partir de las 20.32 horas, cuando se inició lo que, a juicio de los investigadores, parecía una discusión entre los dos grupos motivada por quiénes iban a participar en la siguiente partida de billar.
Sólo hay dos versiones que permiten ahondar en este extremo. Una es la de la camarera del bar, quien manifestó a los agentes que una chica del grupo le pidió que llamase la atención a los dos señores porque se estaban poniendo pesados.
La otra versión es la del amigo de Rafael. Si bien no podía asegurar cuál fue el detonante del ataque, sí recordaba que, minutos antes, él sacó un billete de 50 euros de la cartera para pagar la siguiente partida y que una de las chicas se lo quitó de la mano, aunque se lo devolvió cuando él se lo pidió.
Por cierto, que el amigo perdió la cartera aquella noche. Más tarde descubriría que un cliente la guardó en el bolsillo de Rafael, creyendo que era de éste último, cuando salía medio inconsciente del bar. Cuando la recuperó, aún contenía su documentación, pero faltaban 120 euros y dos cupones de la ONCE premiados con 50 euros cada uno.
La policía, en su atestado, subraya que en las imágenes se podía observar cómo el agresor, un joven delgado que iba vestido de negro, se encaraba con el arquitecto, que se mantenía en todo momento «con las manos metidas en los bolsillos», tal y como se apreciaba, según la policía, en las cámaras de videovigilancia.
La misma camarera manifestó a los agentes que el agresor, al pagar las consumiciones, justo antes de marcharse, le comentó que el arquitecto le había amenazado con un palo de billar y que el amigo de éste había cogido una bola. Sin embargo, en los vídeos no se observaba ni provocación ni un amago leve por parte de las víctimas, sostiene la policía, que apunta más bien a un ataque «sorpresivo» del detenido.
Los agentes de Homicidios detallan que el agresor lanzó un primer puñetazo a Rafael Santa-Cruz con el brazo derecho y acto seguido, con el izquierdo, propinó otro golpe con idéntico gesto al amigo del arquitecto y con una «rapidez extraordinaria propia de los conocedores del boxeo», según los agentes. La camarera declaró a la policía que ambos cayeron «a plomo».
Los investigadores llegan a hacer esta afirmación en su atestado: «Rafael estaba de frente y con las manos en los bolsillos, con lo que cualquier pequeño empujón pudiera haberle hecho perder el equilibrio y caer, si bien [el agresor] no llevó a cabo un acto para deshacerse de una persona que le estuviese incomodando, sino que propinó dos golpes de tal entidad que dejó a dos personas inertes en el suelo».
En el vídeo se observa cómo Santa-Cruz, tras el puñetazo, se golpeó la parte posterior de la cabeza contra el suelo al caer. Los dos amigos quedaron tendidos, inconscientes, mientras el agresor enfiló la salida del local, seguido de sus acompañantes. El joven se paró a pagar las consumiciones y, entonces, dio a la camarera su versión de lo ocurrido.
La videovigilancia del pub capta el momento en que, un par de minutos después, el amigo del arquitecto se incorporó, aturdido, y se dirigió a la salida. «Más de seis minutos después de la agresión, Rafael continúa tumbado», resalta en su atestado, que subraya el tiempo transcurrido sin que nadie se acercara a él. Entonces, apareció un hombre en la escena y vertió sobre su cara un vaso de agua para intentar que recuperara la consciencia.
Otra camarera manifestó a la policía que pensaron que se había quedado dormido, pero que al ver que no reaccionaba, avisaron al 061 y a la policía. Entre los allí presentes, trataron de mantenerlo sentado porque los movimientos del arquitecto se limitaban a volver a tumbarse. Una patrulla de la Policía Local llegó sobre las 20.58 horas y lo acompañó hasta la puerta porque Rafael Santa-Cruz ya no podía andar por sí mismo. Tenían que ir sujetándolo para evitar que se cayera. Lo subieron en una ambulancia y se marcharon.
La segunda víctima, como declararía más tarde a la policía, estuvo deambulando por las calles del Centro, si bien no recordaba nada de eso, ni siquiera la agresión en sí. Un conocido lo encontró en esa situación y avisó a su hijo para que acudiera a buscarlo en coche, ya que no estaba en condiciones de conducir. Cuando volvió en sí, preguntó dónde estaba su amigo Rafael. Nadie lo sabía.
La ambulancia del 061 llevó al arquitecto a urgencias del Hospital Regional, donde ingresó a las 21.57 horas sin que quedara constancia del motivo que lo había llevado hasta allí, que en realidad era un «violento» puñetazo en la cabeza y el posterior golpe contra el suelo. A las 7.03, el paciente se marchó voluntariamente del hospital, aunque regresó a las 9.01 horas por «caída en vía pública en contexto de estado de embriaguez». Es decir, que a esas alturas seguían sin atenderlo por lo que realmente le había pasado, probablemente por la propia incapacidad de la víctima para expresarlo por las lesiones que había sufrido.
El arquitecto fue dado de alta a las 14.35 del jueves 13 de abril, como reza la documentación hospitalaria que obra en el sumario del caso. A las 00.57 del día 14, Rafael Santa-Cruz ingresó en urgencias del Clínico Universitario, sin que aún a día de hoy se sepa cómo llegó hasta allí, ya que ni es su hospital de referencia ni está cerca de su domicilio (él vivía en Pedregalejo). Allí entró en la UCI y a las 6 de mañana lo derivaron al Regional.
Esa madrugada, los médicos contactaron con la familia de la víctima -que hasta entonces no sabía dónde estaba Rafael, que no respondía a las llamadas- y les advirtieron de que su estado era crítico. No respondía a los tratamientos ni a los estímulos y había entrado en coma. A la mañana siguiente, la del 14, una hija del arquitecto se presentó en comisaría para presentar una denuncia con lo poco que sabía de lo sucedido. Horas más tarde, su padre fallecía en el hospital a causa del «severo» traumatismo craneoencefálico que había sufrido y que, según el informe forense, era de etiología «violenta».
Los investigadores del Grupo de Homicidios pusieron el foco en las cámaras y en los testigos. Las camareras manifestaron que el agresor y su grupo trabajaban en la hostelería y que solían ir de vez en cuando a la taberna. Aunque no sabían cómo se llamaba ni tenían datos como para identificarlo, sí que había algunas pistas y, lo más importante, un rostro. Los agentes echaron un órdago al sistema informático. Introdujeron los datos «varón, de 25 a 30 años, de 1,75 a 1,80, con tatuajes y con antecedentes por delito de lesiones (esto último no podían saberlo, pero lo intuían). Y les salió bien. Entre los 293 candidatos del programa estaba presuntamente la cara del joven que tumbó a Rafael Santa-Cruz y a su amigo.
Los agentes lo detuvieron la mañana del martes 18 de abril, un día después de que trascendiera la noticia de la muerte del arquitecto. Cuando llamaron a su puerta, el joven salió y no opuso resistencia. Pero sí hizo algo que llamó «poderosamente la atención» de los policías: se había afeitado la cabeza y se había dejado una especie de cresta en el centro tintada de color rosa. A juicio de los especialistas de Homicidios, se trataría de una argucia cuya única finalidad sería «ocultar rasgos llamativos que permitan su identificación». El titular del Juzgado de Instrucción número 11 de Málaga lo valoró como un elemento que intensifica el riesgo de fuga ante un delito tan grave «para el que se prevén penas de prisión muy altas».
Además, comprobaron que tenía un historial violento, lo que, para el magistrado, habla del peligro de que pueda cometer nuevos hechos delictivos. Le constaban cuatro antecedentes, tres de ellos por lesiones. El último corresponde a una detención en julio del año pasado cuando supuestamente «agredió a un señor mayor por un incidente sin mayor importancia», resaltó la policía en sus diligencias. Al parecer, le propinó un fuerte puñetazo en la cara que le hizo caer inconsciente, «siendo su modo de actuación, similar», precisaron los agentes, que añadieron: «Golpea como un experto en el boxeo».
También el juez considera que el investigado atacó a Rafael Santa-Cruz «teniendo conocimientos de boxeo y habiendo recibido en 2015 -no llegó a completar el mes- clases grupales del arte marcial 'muay thai'» (conocido como boxeo tailandés) «en una zona vital a la víctima -la cabeza-», lo que le hizo caer y golpearse contra el golpe al suelo, por lo que «era consciente de la posibilidad de producir la muerte». La policía localizó al profesor de 'muay thai', quien declaró a los funcionarios que el investigado ya presentaba entonces conocimientos de boxeo puesto que, según le dijo, llevaba «toda la vida practicándolo».
A la vista de estos hechos, tanto la Fiscalía, como la acusación particular, ejercida por el abogado Miguel López Linares en representación de la familia del finado, solicitaron el ingreso en prisión del presunto autor del ataque por un delito de homicidio, sobre Rafael Santa-Cruz, y otro de lesiones, sobre el amigo de éste, que tuvo que ir dos veces al hospital para curarse. El magistrado ordenó el ingreso en prisión del sospechoso a la espera de los informes que terminen de completar el sumario del caso.
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