Villardefrades, el pueblo que superó tres grandes castigos

Villardefrades es un pueblo que sorprende al visitante por su patrimonio, su belleza paisajística, sus antiquísimas tradiciones y el calor de sus gentes. El paseante que recorra sus calles verá que están jalonadas de vestigios de una historia que viene de muy antiguo. Su nombre procede del medievo, de ser la Villa de los Frailes (fratres), aunque también se le conoce como 'El pueblo de los tres castigos', debido a tres grandes tragedias que, en diferentes épocas, forjaron su destino.

El primero de estos castigos tuvo lugar en 1230, cuando Fernando III el Santo arrasó sus campos con sal, condenando a los villarejos a la hambruna durante un largo periodo de tiempo, y todo, porque cuando pasó por estas tierras, los lugareños no salieron a recibirle.

Siglos después, el Cardenal Cisneros, Inquisidor General de Castilla y regente tras la muerte de Fernando el Católico ordenó que el pueblo fuera arrasado por el fuego. Solo se salvaron unas pocas casas gracias a la piadosa intervención del Capitán de las Guardias Reales, Garci Alonso de Ulloa.

Ya en 1951 una nueva calamidad se abatió sobre Villardefrades. Una tormenta de verano acabó en una gran crecida de agua que inundó casas y calles. A pesar de la magnitud del desastre, la suerte fue benévola en un aspecto: no hubo víctimas mortales.

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Pero no todo fueron castigos en Villardefrades. Hubo también grandes benefactores, como Fray Andrés González Cano, hijo del pueblo y obispo de Nueva Cáceres en Filipinas. Este villarejo soñaba con construir una iglesia monumental en su tierra natal, un sueño que «casi» se hizo realidad. Él, en 1763, mandó levantar una imponente iglesia dedicada a San Andrés sin escatimar en gastos. Fray Andrés falleció antes de verla acabada, aunque se preocupó de dejar los fondos necesarios para su continuación, sin embargo, lamentablemente estos no llegaron a su destino, por lo que San Andrés quedó inacabada, con sus tres naves sin cubrición, por eso, a este templo, sus vecinos le siguen denominando hoy en día 'La Obra'. Su imponente silueta recuerda a lugareños y visitantes la historia de un sueño que nunca se materializó por completo. Los villarejos, orgullosos de este monumento inacabado, esperan contar con apoyo de las instituciones para su mantenimiento y rehabilitación y que pueda acoger más eventos culturales.

'La Obra' no es la única construcción religiosa que es motivo de orgullo para los villarejos. La parroquia de San Pelayo y San Cucufate, más conocida como 'La Ermita', fue construida también en el siglo XVIII, bajo la advocación de dos santos que habían tenido su propia iglesia: San Pelayo, del pueblo, y San Cucufate, al sur. Es un templo modesto, aunque monumental gracias a su portada barroca. En su interior alberga una gran cruz y recoge retablos de las dos antiguas parroquias. El mayor está presidido por San Cucufate.

Otro de los recursos patrimoniales de mayor interés histórico y etnográfico son los restos de cuatro molinos de viento que se encuentran a la salida del pueblo, coronando la laguna de San Pedro. Son molinos de torre, construidos en tapial, hoy desaparecidos prácticamente en su totalidad, y que estaban acompañados por una bodega y un lagar, también en importante estado de ruina. Se trata de un conjunto muy especial, por ser único en la provincia, habría que trasladarse a Castilla-La Mancha para ver algo parecido. Una de sus 'molinas' (como las llamaban los villarejos), presumía de unas dimensiones excepcionales.

Villardefrades es también un lugar donde las tradiciones se mantienen con orgullo. Una de las más importantes es la que tiene lugar cada Domingo de Resurrección y que consiste en 'matar a Judas' durante la procesión del Encuentro. Al abrigo de la Iglesia de San Andrés, los vecinos clavan en el suelo un palo con un muñeco de tamaño natural que simboliza la figura de Judas. Le cuelgan un letrero del pecho que reza: «Por traidor y malo te ves colgado de este palo». Este rito, único en la provincia, consiste en «matar» al muñeco de dos o tres tiros. Esta tradición se ha mantenido gracias a los vecinos, principalmente, a los que durante muchos años se han metido en la piel de matarifes de Judas, tales como Juan Valdés, quien desempeñó este cometido hasta los años 20 del siglo pasado; Luis, Ilde, Casimiro o el matarife actual, Marcelino.

Villardefrades es un pueblo lleno de oportunidades, que ha sabido adaptarse a los nuevos tiempos sin perder su esencia. Su cercanía a la A6 ha favorecido su crecimiento y dinamismo, con el asentamiento de negocios que le dan vida. Sin olvidar su rico pasado, sus vecinos miran al futuro con ilusión, comprometidos con la preservación de su patrimonio y la continuidad de sus tradiciones.

Cabe destacar también que el Camino de Santiago del Sureste, que une el levante español con Santiago de Compostela atraviesa Villardefrades, un municipio que, desde siempre, ha sido parada de viajeros. Situado en el cruce de caminos entre Medina de Rioseco y Toro, y paso obligado entre Galicia y Madrid, desde antiguo ha contado con posadas y actualmente tiene un hostal y distintos servicios para los viajeros.

Fernando de Castro Hernando, alcalde: El desarrollo del municipio es obligación de todos

Es para mí un orgullo dirigirme a los lectores de El Norte de Castilla como alcalde de Villardefrades, un pueblo con tanta historia, con unas tradiciones únicas y, sobre todo, con unos vecinos que lo engrandecen día a día.

En su día, nos comprometimos a trabajar por el municipio y por mejorar la calidad de vida de sus gentes y lo estamos cumpliendo. No solo desde nuestros cargos institucionales, sino también desde nuestra vida personal, ya que todos nosotros hemos elegido vivir aquí, formar nuestras familias aquí y luchar por el futuro de nuestro pueblo también desde aquí. Podemos presumir de trabajar por, para y desde Villardefrades.

Pertenecer a una corporación municipal es una labor dura, difícil y muchas veces poco reconocida, pero también es algo precioso y muy gratificante, porque cada pequeño logro que se consigue, supone un gran avance para todos los villarejos. Tenemos que caminar de la mano de las grandes administraciones públicas. Sin su apoyo institucional y sin su respaldo económico, nuestra labor sería del todo imposible.

En Villardefrades estamos orgullosísimos de nuestras tradiciones. Son la raíz de lo que somos. Lo que nos define como pueblo y también lo que nos une como vecinos. Por eso, nos esforzamos tanto por conservarlas y ponerlas en valor. Del mismo modo, protegemos nuestro valioso patrimonio artístico y monumental, que es el mejor legado que podíamos recibir de nuestras generaciones pasadas y el que queremos transmitir a nuestras generaciones venideras.

Valoramos mucho la cercanía con nuestros vecinos y siempre estamos abiertos a que nos hagan llegar sus inquietudes y propuestas, ya que estamos convencidos de que el desarrollo del municipio es una obligación de todos. Sólo así, conseguiremos sacar adelante a Villar, que es como llamamos cariñosamente a nuestro pueblo.

Agradezco enormemente la confianza depositada en mí y en todo mi equipo durante estos años de andadura. Y para los que quedan por delante, los seguiremos trabajando con la misma ilusión, esfuerzo y dedicación de siempre, para que Villardefrades siga siendo un municipio lleno de vida, de oportunidades y con un gran futuro.

Muy agradecido.