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Madrid
Viernes, 28 de agosto 2020, 16:56
La familia Mégane sustituyó, en su día, al noble y fiable Renault 19. Su gran novedad fue ofrecer una amplia gama de hasta 6 carrocerías diferentes, cada una con su personalidad propia, pero con un alma común. Ahora bien, había que conseguirlo con un presupuesto ... limitado. Se decidió entonces poner el dinero en aquello que el cliente viese. Basado en la plataforma del R19, Mégane heredaría íntegramente su bloque delantero, además de los motores diésel del segmento F y los motores de gasolina del segmento E.
Como en un truco de magia, nadie vio nada. Este truco que consiste en aprovechar cosas que ya existen se repetiría en el coupé, en el que se recortó el piso lo justo y necesario sin tocar los bloques delantero y trasero. En cuanto al diseño, cada carrocería tenía su propio diseñador. Ahora bien, para que los seis modelos tuvieran un aire de familia, se optó por la temática gráfica de la elipse que aportaría una unidad contundente al flanco de los seis modelos, cada uno de ellos con proporciones muy diferentes. Es más, «para tener éxito, debimos por supuesto aprovechar la fama de calidad del 19, pero además ofrecer más prestaciones al cliente, con un contenido más generoso y atractivo», cuenta Michel Faivre-Duboz, director del proyecto de lanzamiento de Mégane en los 90.
En este contexto de fuerte competencia se impuso la idea de crear una auténtica familia Mégane, incluido un monovolumen inédito en este segmento. No obstante, en el momento de su lanzamiento en 1995, las versiones berlina y coupé fueron, sin embargo, criticadas en un artículo de la revista Auto Plus. «Ponía en duda la estabilidad de la berlina en situación de frenado-curva», recuerda Faivre-Duboz. En respuesta a esta minicrisis mediática, se generalizó el tren trasero de cuatro barras. Hasta entonces, estaba reservado a las motorizaciones más potentes de la gama. Y si el coupé tiró de toda la gama hacia arriba, el verdadero catalizador de las ventas de la familia llegaría en 1996 con el monovolumen. Gustó tanto que la cadencia de producción de 600 al día se cuadruplicó hasta llegar a las 2200 unidades.
A día de hoy, en que se acaba de lanzar la renovación de su 4ª generación, el éxito de la familia Mégane ha sido y es incontestable, convirtiéndose en la referencia de varias generaciones de españoles y una joya de la fabricación “made in Spain”. Y ello ha sido posible porque, además de su extraordinario diseño conceptual, que ofrece modelos con personalidad propia adaptados a las necesidades de las distintas clientelas, ha sabido siempre “democratizar” las prestaciones, anticipándose al mercado, y ofreciendo desde el primer nivel de equipamiento equipamientos básicos como los de la seguridad, donde siempre ha sido una referencia.
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