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Unai Mezcua
Madrid
Jueves, 4 de marzo 2021, 17:16
Una pieza minúscula está creando un gran problema a los fabricantes de vehículos a lo largo de todo el mundo, España incluida. Ya son cuatro plantas, la de Seat en Martorell, Stellantis en Figueruelas y Madrid, y Ford en Valencia, las ... que han anunciado ajustes en la producción por la escasez de chips semiconductores, mientras que a nivel global ha afectado también a fabricantes como Toyota, Daimler o Nissan. El impacto se dejará notar durante buena parte del año.
La carestía es fruto de una tormenta perfecta de factores, desde la guerra comercial entre China y Estados Unidos hasta el fuerte despegue de la informática de consumo para el entretenimiento y el teletrabajo, por los confinamientos. Consolas como la PlayStation5 y la Xbox Series X –que también están sufriendo la escasez–, teléfonos inteligentes y ordenadores portátiles compiten por llevarse unos dispositivos con cada vez más presencia en los automóviles, puesto que controlan un enorme abanico de sistemas, desde los pretensores de los cinturones de seguridad a los sistemas de asistencia a la conducción. Aunque el principal motivo, según coinciden fuentes empresariales y analistas, es el propio coronavirus.
«(La escasez ) se debe a una mezcla de factores que han coincidido en el tiempo», explica Cristóbal Colón, socio responsable de automoción de la consultora estratégica Roland Berger. Por un lado, el coronavirus ha alterado las cadenas de suministro tanto de los fabricantes de automóviles como de los productores de chips, lo que ha hecho que, a su vez, la planificación se haya alterado. «También ha afectado que la recuperación del sector de automoción en el tercer y cuarto trimestre de 2020 haya sido mayor de lo esperado, haciendo que los fabricantes de chips no puedan hacer frente a la demanda». Colón apunta a este factor como el principal motivo, aunque fuentes empresariales señalan directamente al «boom» de la nueva generación de consolas, dentro, eso sí, de una auténtica «ensalada» de causas.
«El principal problema es que los grandes proveedores de estas compañías son en su mayoría chinos y, a efectos de abastecimiento, los fabricantes están priorizando el envío de pedidos para su mercado interno y para Estados Unidos», apunta por su parte Marc Saenger, director de financial advisory de Deloitte y experto en el sector de la automoción. «Desde el verano, el principal objetivo de todos los fabricantes, tanto asiáticos como europeos y americanos, ha sido reconstruir su stock para servir a sus clientes, de forma que se están haciendo compras masivas. China está priorizando Asia y América a la hora de cargar barcos y esto está creando dificultades a los importadores europeos para traer estos productos».
Por ahora, en España las plantas más afectadas son las de Seat en Martorell y la de Ford en Almussafes. La primera, del grupo Volkswagen, ha acordado con los sindicatos un ERTE para 550 trabajadores abierto hasta el 30 de junio, que afectará a otros 600 empleados de ETT, según los sindicatos. Ford, por su parte, ha acordado un ERTE de 14 días entre febrero, marzo y abril para toda la plantilla, tanto en ensamblaje de vehículos como en motores. Stellantis Figueruelas canceló turnos adicionales el pasado fin se semana, y el consorcio reconoce paros «esporádicos» en su planta de Madrid, vinculados también a la incierta evolución de la situación sanitaria. Consultados por este periódico, los fabricantes esperan recuperar la producción perdida a lo largo del año. Desde Seat trasladan que están «monitorizando» la situación, mientras que Ford «trabaja de cerca con los proveedores para priorizar las líneas de producción claves y maximizar la cantidad de chips disponibles».
Fuentes de un gran proveedor automovilístico apuntan que la carestía se concentra en los circuitos integrados (IC) como microcontroladores (MCU) y circuitos integrados de aplicaciones específicas (ASIC) y aseguran que es «difícil de predecir» cuándo se podrá resolver la situación, lo que en cualquier caso será «de forma gradual». «Es difícil de anticipar, porque depende de cómo se comporte la demanda, pero los tiempos de fabricación de chips nuevos son bastante altos, en torno a doce meses, por lo que es previsible que hasta finales de este año no se solucione», cree por su parte Cristóbal Colón, de Roland Berger.
Según McKinsey, el mercado de semiconductores para automoción alcanzó en 2019 los 400.000 millones de euros. En la actualidad, los vehículos llevan una media de 50 (por valor de 400 a 1.000 euros por coche), y más cuanto más tecnológicos sean. De ahí que, por ejemplo, Seat haya decidido compensar por ahora la reducción de producción del León con más unidades del Ibiza y el Arona. Y son claves en los vehículos eléctricos, puesto que en ellos depende también de los chips un factor importante como es su autonomía.
Los efectos de la crisis amenazan con transformar a medio plazo la cadena de suministro de este tipo de componentes, cada vez más importantes en los vehículos, y que por ahora están en su mayoría en manos de fabricantes asiáticos. Sin embargo, un informe de la consultora IHS Markit alerta del riesgo de que se genere un «pánico» que se traduzca en una demanda mayor a la necesaria, con el objetivo de hacer acopio. «Las órdenes infladas llevarían a los proveedores a malinterpretar el mercado, lo que puede desbalancear el equilibrio entre oferta y demanda y conducir a una mayor escasez en el primer semestre de 2021».
¿Para qué se utilizan los chips en los vehículos?
Un automóvil nuevo contiene más de cincuenta. Regulan desde los airbags y los pretensores del cinturón a los sensores de lluvia o los sistemas de asistencia. Cada vez son más importantes, especialmente en los vehículos eléctricos.
¿Por qué hay escasez?
Los analistas apuntan a una «tormenta perfecta» de factores, desde la ruptura de las cadenas de suministro por el coronavirus hasta el auge de la electrónica de consumo y el teletrabajo, además de la guerra comercial EE.UU-China.
¿Cuánto durará?
«Es difícil hacer previsiones, pero los tiempos de fabricación de los chips son altos, en torno a 12 meses», apunta Cristóbal Colón, de Roland Berger.
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