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J. Bacorelle
Madrid
Sábado, 3 de abril 2021, 04:13
Prácticamente todos los vehículos, ya sean gasolina o diésel, disponen de este elemento que permite maximizar la potencia, manteniendo a raya tanto el consumo, como las emisiones.
Cuando la mecánica está turboalimentada, su rendimiento es muy superior al de una mecánica atmosférica. Esto ... es posible gracias al hecho de que son los propios gases de escape los que comprimen el aire que hay en los cilindros, así que no se le resta potencia al motor mientras el turbo está trabajando.
Es una pieza con un mantenimiento muy sencillo, pero con una reparación relativamente costosa. Desde RO-DES explican a este diario que un turbocompresor de segunda mano puede encontrarse entre 200€ y 400 €, uno reconstruido puede alcanzar los 600€ y uno nuevo puede llegar a costar 1400€. A esto habría que sumar la mano de obra, y teniendo en cuenta que es relativamente sencillo y barato alargar la vida de esta pieza, merece la pena prestar atención a sus cuidados.
Para evitar costosas averías en este elemento en primer lugar hay que tener en cuenta que cualquier componente mecánico del vehículo durará más tiempo y en mejor estado si la conducción del vehículo es suave y eficiente.
Es importante que los elementos mecánicos tengan la temperatura correcta para evitar fallos en el funcionamiento, especialmente a la hora de arrancar o parar el motor.
Hay que evitar los acelerones en frío. Así que, si el motor no cuenta con al menos 80 grados de temperatura, el turbo no funcionará en las condiciones ideales. Esto tiene que ver con la lubricación de este elemento.
Las revoluciones deben tener una bajada gradual cuando desconectemos el motor. Apagar el motor de golpe provoca el desgaste del turbo. Lo mismo ocurre si elevamos las revoluciones estando parados o en punto muerto.
El aceite, sumado a la temperatura del coche (estrechamente ligada a su viscosidad), son los principales responsables de que el turbocompresor esté sano. Por eso es imprescindible utilizar siempre un aceite de calidad, recomendado por el fabricante, y si es necesario, adaptado a las temperaturas del lugar donde estés.
No merece la pena escatimar en el precio del aceite, puesto que las averías asociadas a uno de mala calidad son muy caras. Igualmente, sirve de poco poner un excelente aceite, y despreocuparse de comprobar su estado y su nivel, no cambiarlo cuando toca, u olvidarnos de los filtros.
Estrechamente relacionados con el aceite están los manguitos. Conviene revisar bien su estado cuando sea posible. Tanto los de refrigeración, como los del propio turbo. Pueden cuartearse, estropearse y tener fugas, afectando a la lubricación y a distintos componentes.
Lo mismo ocurre con la carbonilla, que afecta muy negativamente al turbocompresor. Para evitarla, además de cambiar los filtros cuando corresponda, podemos ayudar a mantener limpio el sistema de admisión y escape con un truco: usa marchas cortas de vez en cuando, y pisa fuerte el acelerador en una rampa.
Si no tenemos en cuenta estos consejos, nuestro turbo puede averiarse fácilmente. Veamos ahora cuáles son los fallos más frecuentes que suele presentar este elemento.
Lo más habitual, y lo primero que debes pensar si fallase el turbo de tu coche, es que ha sido debido a un fallo de lubricación: ya puede ser exceso, defecto, o un aceite de calidad cuestionable. Si esto queda descartado, y de acuerdo con el artículo publicado por RO-DES sobre los fallos más habituales de este componente, probablemente se deba a la presencia de carbonilla.
A continuación, te detallamos de mayor a menor probabilidad, los problemas a los que podría enfrentarse el turbo de tu coche:
CASQUILLOS: Dentro del turbo, hay unos casquillos sobre los que gira el eje, que permiten soportar la fuerza mecánica de trabajo. Con el tiempo, pueden perder su estanqueidad y provocar filtraciones de aceite. Esto se denomina desgaste del carrete del turbo.
EJE: Cuando gira sobre los casquillos, y debido al desgaste por el roce, puede hacer ruidos extraños. Esto se deberá a la holgura del eje, que puede haber roto los extremos de las palas de la turbina. Si esos fragmentos llegan a los cilindros, la avería puede ser mucho mayor.
CARBONILLA: Aunque los vehículos diésel generan más hollín que los gasolina, puede aparecer carbonilla en el turbo en ambos tipos de vehículo. Lo que produce esto es lo que se denomina geometría variable agarrotada, que es la pérdida del control de la presión del turbo. En este caso, uno de los testigos de tu salpicadero se encenderá y descenderá la potencia de tu motor.
VÁLVULA: Si el pulmón neumático que regula la presión del turbo se perfora, puede producirse un fallo de la válvula de descarga, y abrirse, provocando que la presión sea irregular, que el tubo funcione de manera deficiente y que se active el modo de emergencia.
MANGUITOS Y ABRAZADERAS: Si estos se agrietan o se aflojan, se producirán fugas de presión que producirán silbidos más intensos que los que estás acostumbrado a escuchar. Esto puede pasar a causa de los cambios constantes de presión, y es por eso que ya te hemos aconsejado que los revises siempre que puedas.
De todas maneras, se desaconseja cualquier tipo de autodiagnóstico, así que, si notas algo extraño en tu vehículo, lo mejor será siempre que acudas a un profesional antes de comprometer tu seguridad y la de quienes viajan contigo.
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